miércoles

María en el designio de salvación

En tiempos pasados se intentaba explicar la asociación de María a Cristo partiendo de María misma, es decir, del amor con que vivió siempre estrechamente unida a su Hijo en todos los pasos que éste dio para salvar al mundo, desde la Encarnación hasta la Resurrección-ascensión, sin interrumpir tampoco esa unión, antes bien consumándola, en la gloria celeste.


Pero, manteniendo la realidad de esta unión, la teología actual, de acuerdo con lo dicho hace un instante, considera el tema de la asociación de María a Cristo desde Dios mismo. No se trata sólo de que María, por iniciativa propia y a impulso de su inminente caridad, se haya unido al Hijo, sino de que un especial designio divino la unió indisolublemente con este Hijo: con su persona y con su obra. Por lo cual sí María no hace acto de presencia, es imposible comprender en su integridad el misterio de la persona y de la obra del Hijo.

Es decir, detrás de la llamada “cuestión mariana” está un problema cristológico, así como, análogamente, detrás de lo cristológico está lo teologal o la comprensión del misterio de Dios en sí. Y esto es precisamente, lo que da a María un puesto absolutamente singular. Detrás de María está Cristo y detrás de Cristo está el Padre. Esta conexión de los misterios hace que la mariología sea, en el fondo, una parte de la cristología, algo así como la cristología es una parte de la “teología” o del tratado de Dios en sí.



Jesús es Hijo del Padre eterno, pero también de la Madre terrena y realiza la redención precisamente a través de los misterios que se cumplen en la humanidad recibida de la Madre. La redención es obra del Hijo que el Padre envió en la plenitud de los tiempos, haciéndolo nacer de mujer para que, así, nos comunicase la gracia de la filiación adoptiva (Gal 4, 4-5).

Esta presencia de la mujer –de María- en el designio de salvación, no es solo una condición previa, sino un perenne punto de referencia de toda la obra de Cristo. Cristo actúa siempre como Hijo del Padre y como Hijo de la Madre, y esta “filialidad” es un elemento integrante de la redención la cual, por tanto, quedaría mutilada, si se prescindiese de la presencia de María.



Sin referencia a María, no se puede comprender el contenido del reino que Cristo vino a establecer, ni la redención que nos trajo para entrar en este reino…

Esta Madre no se introduce ella misma en el designio salvífico –esto supera las posibilidades de toda creatura- sino que es introducida por Dios; y esto precisamente da a su presencia el sumo valor, porque es Dios quien la coloca en todos sus caminos. Seria una contradicción buscar a Dios y luego no aceptar los caminos concretos e históricos que El mismo señaló para que los hombres puedan encontrarlo en plenitud.

La presencia de María se ordena siempre a algo superior a Ella; tiene la finalidad concreta de hacernos comprender el valor salvífico de todos los misterios de Cristo, empezando por la encarnación. Y esto es bien importante, porque muchas de las modernas cristologías reducen la obra de la redención casi únicamente a los acontecimientos que tuvieron lugar en la última semana de la vida de Jesús, añadiendo como mucho su misterio de predicador o de profeta. Supuesto que Jesús realiza la obra de la redención en cuanto Hijo, el hecho mismo de nacer de Mujer tiene una importancia decisiva en orden a comprender el contenido de la salvación que El trajo.


Armando Bander O.P.
Extracto de "María en la obra de la Reconciliación"
Ediciones Vida y espiritualidad Lima 1988

1 comentario:

Gustavo er Cura dijo...

Es cierto lo que dice el Fundador del Opus Dei, que muchas veces nos escudamos detrás de mascaras o fachadas para no caer mal en grupos de personas. Debemos ser sal en medio del mundo, disolviendonos en ella, pero sin volverse sosa, sino que da sabor de vida, la vida que Jesús, esa vida que es luz, luz que debe colocarse en lo alto para alumbre y ciegue todo a su alrededor
Excelente post
Gracias por visitarme

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