jueves

Amor y Verdad - Amor y Cruz

El amante dice un sí incondicional hacia el amado. El amor hace referencia a la persona tal y como ella es, incluso con sus debilidades. El Perdón presupone el reconocimiento del pecado como pecado, el perdón es curación, mientras que la aprobación del mal sería destrucción, sería aceptación de la enfermedad y, precisamente de esa forma, no bondad para el otro.

Esto se ve rápidamente si consideramos el ejemplo de un tóxicodependiente, convertido en prisionero de su vicio. Quien realmente ama no sigue la voluntad desordenada de este enfermo, su deseo de autoenvenenamiento, sino que trabaja por su verdadera felicidad. Hará todo lo posible para curar al amado de su enfermedad, incluso si es doloroso e incluso si debe ir contra la ciega voluntad del enfermo.

El perdón esta lleno de pretensiones y compromete a los 2: al que perdona y al que recibe el perdón en todo su ser.Un Jesús que aprueba todo es un Jesús sin la cruz, porque entonces no hay necesidad del dolor de la cruz para curar al hombre. Y efectivamente la cruz cada vez viene más excluida de la teología y falsamente interpretada como un mal suceso o como un acontecer puramente político. Perdón es precisamente restauración de la verdad. El pecado es por esencia un abandono de la verdad del propio ser y por tanto de la verdad del creador, de Dios.

El perdón es la participación en el dolor del paso de la droga del pecado a la verdad del amor. Solamente este andar en compañía puede ayudar al toxicómano (y el pecado es siempre una droga, mentira de falsa felicidad), a dejarse conducir a lo largo de la oscura línea del dolor. Únicamente la decisión previa de entrar en el dolor y en la muerte del camino de transformación hace soportable esta vía, porque sólo así, en la noche oscura de la vía estrecha, se hace visible la luz de la esperanza de una nueva vida. Sólo el amor hace capaces de ser portadores de la luz en la oscuridad interminable de un túnel, y de hacer sentir el aire fresco de la promesa que conduce al renacimiento.

Desde aquí habría que desarrollar una teología de la cruz, una teología de la verdad y del amor: cruz de Cristo significa que él va delante de nosotros y con nosotros en la vía dolorosa de nuestra curación.

Una pastoral de la tranquilidad, del comprenderlo todo, perdonarlo todo (en el sentido superficial de estas palabras), se encontraría en drástica oposición con el testimonio bíblico. La pastoral justa conduciría a la verdad y ayudaría a soportar el dolor de la misma verdad. Debiera ser un modo de caminar Juntos a lo largo de la vía difícil, pero hermosa, hacia la nueva vida, que es, al mismo tiempo, la vía hacia la verdadera y gran alegría.


SS. Benedicto XVI

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