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La peor de las corrupciones es la de uno mismo

El hombre piensa y actúa creyendo que se basta y sobra a sí mismo. No tiene necesidad de Dios


Las consecuencias no pueden ser más nefastas: autosuficiencia y arrogancia, ambición y vanagloria, utilización egoísta del poder... El pecado es la mala voluntad del hombre libre que se empeña en volver las espaldas a Dios. Quien hace mal a los ojos de Dios cae en la injusticia y el desprecio a los demás.


El pecado es como un cáncer invisible que va matando lo mejor que puede haber en la persona: la capacidad de respetar y querer a sus semejantes.


El pecado hunde en la inmensa tristeza de haber caído en la peor de las corrupciones: la de uno mismo. Ha perdido su propia identidad como persona y, por supuesto, como cristiano. Pero en el camino del retorno siempre está abierta la puerta de la misericordia.


Cardenal Carlos Amigo Vallejo
Arzobispo de Sevilla

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