martes

Dios nos saca del lodo


Un niño está jugando al borde de un pantano. De pronto resbala y cae al lodo. Allí, hundiéndose se revuelca sin poder salir, llora y pide con angustia ayuda.


La madre le ve, se dirige a él y ¿qué hace? ¿Por ventura lo hunde más hasta ahogarlo en el pantano, aunque haya caído en el lodazal por culpa suya? ¡Oh, no!, le saca, le abraza llena de ternura, le enjuga las lágrimas, le estrecha contra su corazón, le limpia el fango que le mancha y le ama más viéndole llorar y sufrir. Y no es que la madre ame el fango en que ha caído su hijo: es que, caído y todo, no deja de ser el fruto de sus entrañas.


Pues esto hace Dios con los pecadores cuando caen en el fango del pecado. No es que ame el pecado. Es que los ama a ellos, que aun caídos son hijos desgraciados, redimidos con la sangre de la cruz. No desconfiéis. Id a vuestro Padre como el hijo pródigo. El os perdonará, os estrechará contra su corazón y os dará la vestidura blanca y salvadora de la gracia.


(Mauricio Rufino, Vademecum de ejemplos predicables, Ed. Herder, Barcelona, 1962, nnº 1104, 1265 y 1277)

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