domingo

Perdón a enemigos

En julio de 1905 el abate Blandier Pierre, iba a decir Misa en las Hermanas de la Misericordia. Le llamaron de urgencia para un moribundo. Trató de dar ánimo al paciente confiando en el perdón divino. Mas este repuso: «Dios, sí me perdonará; pero ¿y el otro?» Objetó el abate: «¿Qué otro?: cuando Dios perdona, nadie puede impedirlo».

Breve pausa; el enfermo explicó: «Soy antiguo miembro de la Comune; hice degollar a docenas de sacerdotes. Quedaba uno muy joven que no sabía defenderse, ni huir. Iba a matarle, pero llegó una patrulla. Rápido clavé en él mi espada, diciendo: “Te encontraré algún día, y entonces morirás”. Un chorro de su sangre salpicó mi mano; apenas alcancé a huir de los soldados».

Se detuvo fatigado y continuó: «Aquel cuya sangre manchó mis manos, ¿sabéis lo que me dijo?» El capellán puso un dedo en la frente como para recordar y respondió: «Sí, lo sé; os dijo: “En vuestro lecho de muerte, quizá me encontréis...” » Se agitó el paciente, exclamando: «¿Cómo sabéis esto? ». Aclaró el sacerdote: «Amigo mío, aquel joven era yo. Y el buen Dios me envía a deciros que el otro, también os perdona... »

Ronco sollozo y sangre, salieron por los labios del perdonado; mirando sus manos gritó: “Ah, esta es vuestra sangre que me ahogaba por cuarenta años. Pero, ¿es verdad que me otorgáis perdón?» «Yo os perdoné hace mucho; siempre rogaba por vos. Ahora Dios me da alegría, manteniendo mi perdón» E inclinado, besó al verdugo, que se quedó como quien ve visiones.

Blandier le indicó rezar con él un acto de dolor para luego impartirle la absolución. El enfermo dijo bajo voz: «Lo mismo me dijeron en vísperas de mi Primera Comunión; qué alegre estoy». Fueron sus últimas palabras. Instantes después el sacerdote cerraba los ojos del antiguo miembro de la Comune, doblemente absuelto. Al volver explicó a las Hermanas el motivo de llegar tarde para la Misa.

De M. MANGERET, Almanach du Roasiere 1932, Lyon

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