P. Guillermo Juan Morado
viernes
Sacerdocio y castidad
El celibato es un don de Dios. Y, como todo don, puede ser acogido o rechazado, total o parcialmente.
Pero si el celibato no es para todos, la castidad sí lo es. Para casados y para solteros, para sacerdotes y para laicos.
“La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado (cf Si 1, 22)”, dice el Catecismo.
Una pedagogía de la libertad humana.
No nacemos libres, sino que tenemos que aprender, poco a poco, con caídas, con errores, a llegar a serlo. Cada uno a su modo, según su estado de vida. Que un sacerdote se enamore de una mujer es, humanamente, comprensible. Pero también es comprensible, y deseable, y exigible, que aprenda a entregarse a sí mismo con todas las consecuencias, llegando a ser “ante el prójimo un testigo de la fidelidad y de la ternura de Dios”.
Ojalá que si tenemos noticia de alguna debilidad humana, y entre ellas están las debilidades de los sacerdotes – no las únicas, por otra parte - , no caigamos en la tentación de rebajar los ideales. Sería lo fácil, quizá, pero no sería lo justo.
Cuestionar el celibato por una falla sería como cuestionar la fidelidad porque un esposo diz que se "enamoró" de su amante, o que un banquero se "enamore" del dinero de sus clientes y se fugue con él.
ResponderBorrarLas reglas de juego están dadas y uno es mayorcito para saber que uno debe pensárselo bien antes de asumir un compromiso para toda la vida.