martes

Sobre una Negación

Es cosa evidente que un materialista es siempre un místico. Igualmente es cierto que, con frecuencia, es, además, un mistagogo. Es un místico porque se ocupa enteramente de misterios, de cosas que nuestra razón no puede describir, tal como un mandato insulso o sencillamente algo objetivo que se trueca en algo subjetivo. Y es un mistagogo porque, en ocasiones, oculta, en realidad, esos misterios con supercherías. Dogmatiza, es pomposo; trata de amedrentar o hipnotizar por medio del encantamiento que produce al pronunciar extensos discursos con palabras altisonantes o valiéndose de la exposición, en forma solemne, de asuntos sencillísimos.

Tal es el carácter de gran parte de la ciencia popular en boga: vista por su lado mejor, es misteriosa, y por su lado peor, no tiene sentido alguno.

Nunca comprobé estas verdades tan bien como cuando leí el respetuoso relato de una entrevista a Mr. Edison, el afamado hombre de la electricidad, aparecido con el título de "¿Vivimos otra vez?". Es posible, sin duda, que el célebre científico no haya tenido casi nada que ver con este relato. Es posible que el respetuoso relator sea él mismo autor y cronista de la aludida exposición.

A mi modesto entender, no es evidente que un electricista tenga que ser una autoridad acerca de la inmortalidad del alma, lo mismo que tampoco lo es que un estratego militar, que haya alcanzado grandes éxitos en su rama, tenga un oído admirable para la música, o que un celebrado cocinero francés entienda de matemáticas superiores. Pero, tal vez, el aire de autoridad que se transmite en esa relación no ha provenido del hombre de ciencia, sino del periodista.

De todas maneras, existe una muy larga y muy solemne carta que quién sabe de qué modo compusieron entre el electricista famoso y el periodista; y éste será uno de los puntos que trataré aquí. Pido disculpas a aquel de los dos que no sea el responsable del razonamiento expuesto en dicha solemne carta.

Empezaré por el aspecto menos importante de la pomposidad. Tal como aparece en el informe, Mr. Edison no dice mucho acerca de si "vivimos otra vez" , pero en unas pocas palabras, bien escogidas, niega la existencia del alma: " Mi inteligencia es incapaz de concebir el alma. Puedo estar en un error, y puede ser que el hombre tenga alma, pero yo, sencillamente, no lo creo. En qué consiste el alma está más allá de lo que yo puedo entender" .

Esto último está bien; muy bien, amén. Pero yo pido al lector que recuerde esta declaración agnóstica al considerar lo que sigue.

En seguida Mr. Edison trata del origen de la vida, o, mejor dicho, no trata del origen de la vida. La declaración siguiente es de tan terrible intensidad e importancia que el reportero la cita en letra cursiva, y yo la reproduciré de la misma manera: " Creo que la forma de energía. que llamamos vida vino a la, tierra, de algún otro planeta, o de alguna, parte de los grandes espacios, fuera de nuestro alcance ".

En resumen, en adelante tendremos que grabar en nuestros cerebros la convicción de que la vida vino de alguna parte y probablemente bajo algunas condiciones de espacio. Pero la sugerencia de que vino de otro planeta parece más bien una evasiva débil. Aún una inteligencia enervada por la ciencia en boga no podría conmoverse y sentirse satisfecha con tal aserto.

Si vino de otro planeta, ¿ cómo surgió en ese planeta? Y, de cualquier manera, ¿cómo en este planeta? Estamos tratando de algo reconocidamente único y misterioso; como que es un espíritu. El principio original de que la vida surgió de la nada es tan extraordinario como surgir de la muerte. Pero la declaración que hemos transcrito es lo mismo que explicar el paseo visible de un fantasma en un cementerio diciendo que debe haber venido del cementerio de otra ciudad.

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Retrocediendo de esta terrible posibilidad, vuelve a caer en una última teoría fantástica. Dice que son las células las que tienen alma. Afirma, nuevamente, en letra cursiva: "Aparentemente todas las células emprenden, conscientemente, la reproducción de las formas de vida de donde ellas han surgido… subrayaría la palabra "conscientemente". Cada una de las pequeñas células de la cola de un elefante tiene, en su espíritu, un cuadro vivo y completo de un elefante. Dejaré la cuestión en este punto.

El artículo termina informando acerca de la triste muerte del padre de Mr. Edison a la edad de noventa y tres años; y el escritor está muy seguro (no explica por qué) de que el anciano caballero falleció en lo mejor de su vida, porque las células conscientes no pudieron ponerse de acuerdo. Parece que demoraron algún tiempo en descubrir su diferencia.

Por mi parte, sólo pido al lector que lea nuevamente las palabras que cité al comienzo de este ensayo: "Mi inteligencia es incapaz de concebir el alma." ¿Es tal vez mucho más fácil concebir cosas como éstas? ¿Es tal vez mucho más fácil concebir millones de almas, donde suponemos que existen células, que concebir un alma donde, por lo menos, sabemos que existe una inteligencia?



G.K. Chesterton

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