jueves

¿importan muros y paredes al cristiano?

San Agustín nos habla de Victorino, ilustre ciudadano romano, uno de los más famosos oradores que por aquel entonces había en la Ciudad Eterna, el cual llegó, por la asidua lectura de los Santos Evangelios, al convencimiento de que la fe de los cristianos emanaba evidentemente del Dios único y verdadero, Señor de todo lo creado.


Cierta vez, haciendo alarde de sus nuevas creencias, dijo a San Simpliciano, con quien se hallaba discutiendo sobre materias religiosas: "Ahora soy un perfecto discípulo de Cristo."


A lo que repuso el Santo: "Así lo creo, puesto que lo decís, aunque me extraña no veros jamás en el templo."


Repuso Victorino: "Nada importan al cristiano muros y paredes. En todas partes puede honrarse a Dios, y no precisa frecuentar el templo para cumplir debidamente."


A estas razones contestó San Simpliciano: "Acudiendo al templo, parece como si con la piedad de los demás cobrásemos ánimo para mejorar la nuestra propia, pues la mejor compañía para un cristiano es la de los otros cristianos. Por otra parte, cada una de nuestras visitas al templo viene a ser como una nueva afirmación pública de cristianismo, cosa agradable a Jesús, como se trasluce de aquellas sus palabras: —Quien se avergüence de mí y de mis doctrinas, también se avergonzará de él el Hijo del Hombre, cuando se halla sentado a la diestra de su Padre."


Esas palabras iluminaron de súbito la inteligencia de Victorino y reconoció que el Santo llevaba la razón. A partir de aquel día, viósele acudir al templo con harta frecuencia. Dios exige a los cristianos que no tengan reparo en manifestarse como tales y que además se complazcan en ello.


(Spirago, Catecismo en ejemplos, t. IV, Ed. Políglota, 2ª Ed., Barcelona, 1940, pp. 279-280)





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