La primera Eva dialoga con el diablo, desobedece a Dios y con ello trae sobre la humanidad muerte y ruina; María, segunda Eva, dialoga con el ángel, obedece a Dios y da a luz al Salvador y con El a la salvación.
Tertuliano, por su parte, acentúa la importancia de la fe de María en esta su colaboración positiva:"Eva había creído a la serpiente; María creyó a Gabriel. Lo que aquella pecó creyendo, lo borró ésta creyendo”.
La cooperación activa de María a la obra redentora y reconciliadora de su Hijo tiene su punto de partida en su asentimiento libre a la encarnación del Logos; en ese asentimiento se expresa su actitud de sierva del Señor que con fidelidad plena (virginal) mantendrá durante toda su vida, y que tiene un sentido estricto de "compasión” junto a la cruz de Jesús. Con la muerte del Señor se cierra la cooperación mediadora de María a la realización misma de la obra salvadora de Jesús sobre la tierra. Una vez que Cristo resucita y sube al cielo, María ejercita su mediación como intercesión, incluso en el tiempo en que Ella vivió todavía sobre la tierra (ver Hech 1, 14).
María, que desde el principio se había entregado sin reservas a la persona y obra de su Hijo, no podía dejar de volcar sobre la iglesia desde sus mismos comienzos esta su entrega materna.
El hecho de designar a María como “aliada de Dios” en la obra de la Reconciliación contiene un programa extraordinariamente bello para cada uno de nosotros. Hemos de llegar a ser “aliados de Dios” en orden a conseguir la reconciliación total en este mundo dilacerado.
…hemos de llegar a vivir una actitud permanente de entrega a la reconciliación. Hemos de tener corazones permanentemente reconciliados y permanentemente reconciliadores. Ello se conseguirá teniendo un corazón como los de Jesús y María.
Cándido Pozo, S. J.
Estracto de: "Jesús, María y la Reconciliación". Ediciones Vida y Espiritualidad - Lima 1990
2 comentarios:
Me alegra ver blogs catolicos.
Te deseamos la paz
Excelente post,
Hay que trabajar y orar mucho, para tener corazones permanentemente reconciliados y permanentemente reconciliadores, como los de Jesús y María. Considero muy importante esta conclusión.
Gracias y bendiciones
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