Toda palabra que se pronuncia, o está inspirada por Dios o inspirada por el mundo, y proclama forzosamente, de una manera implícita o explícita, pero siempre clara, la gloria del uno o el triunfo del otro.
En esta singular milicia todos combatimos por alistamiento forzoso; aquí no tiene lugar ni el sistema de los sustitutos ni el de los alistamientos voluntarios. En ella no se conoce ni la excepción de sexo ni la de la edad; aquí no se escucha al que dice: «Soy hijo de viuda pobre», ni a la madre del paralítico, ni a la mujer del estropeado. De esta milicia son soldados todos los nacidos.
Y no me digas que no quieres combatir, porque en el instante mismo en que me lo dices estás combatiendo; ni que ignoras a qué lado inclinarte, porque en el momento mismo en que eso dices ya te inclinaste a un lado; ni me afirmes que quieres ser neutral, porque, cuando piensas serlo, ya no lo eres; ni me asegures que permanecerás indiferente, porque me burlaré de ti, como quiera que al pronunciar esa palabra ya tomaste tu partido.
No te canses en buscar asilo seguro contra los azares de la guerra, porque te cansas vanamente; esa guerra se dilata tanto como el espacio y se prolonga tanto como el tiempo. Sólo en la eternidad, patria de los justos, puede encontrar descanso, porque sólo allí no hay combate; no presumas, empero, que se abran para ti las puertas de la eternidad, si no muestras antes las cicatrices que llevas; aquellas puertas no se abren sino para los que combatieron aquí los combates del Señor gloriosamente y para los que van, como el Señor, crucificados.
Juan Donoso Cortés
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