Con la resurrección de Cristo, la esperanza de María no había llegado a su meta todavía. Un Campo nuevo se abría ante ella, el del desarrollo de la Iglesia. En el momento de su muerte, Jesús había hecho comprender a su madre que ahora se le confiaba una nueva misión, con una nueva maternidad: "Mujer, ése es tu hijo" (Jn 19, 26). Maternidad que debía extenderse a todo cristiano y daba a María, en el momento que perdía a su único hijo, la certeza de que tendría una multitud de hijos. Esto sucitaba en ella una nueva esperanza, extendiendo en forma indefinida su solicitud materna.
Dicha proclamación manifestaba la voluntad de Jesús de que su madre viviera más orientada hacia el futuro que hacia el pasado [...] Si los discipulos habían apreciado tanto la compañía del maestro, María había sido la primera en vivir en su intimidad, en perfecta armonía de pensamientos y sentimientos. Y no obstante, la única y excepcional maternidad debía prolongarse en la vida de la Iglesia. Ya en el Calvario Jesús la invitaba a pensar en este desarrollo. Su presencia en la asamblea que espera a Pentecostés, testifica su intención de participar plenamente en el progreso de la primera comunidad.¨
[...] Una vez más, su papel, discreto pero eficaz, fue el de sostener la esperanza de los discípulos, especialmente en los conflictos con las autoridades judías y en las persecuciones que, luego de haber sacrificado al Maestro, trataban de acabar con el movimiento que Él habia suscitado[...]
Es obvio pensar que María, más en particular, haya comunicado a quienes la rodeaban una forma optimista de mirar el presente y el futuro: una interpretación de los acontecimientos que no ignora las dificultades encontradas, pero que se ilumina con la victoria de la resurrección y se apoya más directamente en el poder triunfador del Espíritu Santo.
Jean Galot
Presencia de María en la vida Consagrada (pp.86-88)
ed. Paulinas - Santafé de Bogota - Colombia
No hay comentarios.:
Publicar un comentario