—Tendríais la franqueza de decirme con toda sencillez cuándo pensáis en Dios?
—Siempre. Pero a veces me paso un cuarto de hora sin pensar en El.
Y la Santa exclamó con toda ingenuidad —Ay, pobre monseñor, pobre monseñor! ¡Qué cansada tendréis la cabeza! ¡ Pensar continuamente en Dios! Os compadezco.
El bondadoso obispo sonrió, y dijo —No habéis visto alguna vez a un niño cogiendo fruta con la mano derecha, mientras con la izquierda está cogido a la de su padre? Esa mano izquierda está en la mano paterna, sin presión nerviosa, muy tranquila. Pues así hemos de hacer nosotros con una mano trabajamos y con la otra no debemos dejar a Dios»
(Tomado de . G. HOORNAERT, Frente al deber, 3a ed. Sal Terrae [Santander] p.450).
1 comentario:
Pues no nos soltemos de del Padre...
Tampoco de la Madre.
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