Vivir momento a momento con intensidad es el secreto para saber vivir bien ese momento que será el último. Escribe Pablo VI en su «Pensamiento sobre la muerte»:
«No mirar hacia atrás, sino hacer gustosamente, sencillamente, humildemente, firmemente, el deber resultante de las circunstancias en las que me encuentro por voluntad tuya. Actuar rápidamente. Hacer todo. Hacerlo bien. Obrar alegremente lo que Tú quieres ahora de mí, aunque supera inmensamente mis fuerzas y aun cuando me pidas la vida) Finalmente, en esta última hora».
Cada palabra, cada gesto, cada llamada telefónica, cada decisión, deben ser la cosa más hermosa de nuestra vida. Reservemos a todos nuestro amor, nuestra sonrisa, sin perder un segundo.
Cada momento de nuestra vida sea
el primer momento,
el último momento,
el único momento.
Quisiera concluir esta meditación con una oración de la santa sor Faustina Kowalska:
«Si miro al futuro, me asalta el miedo,
Mas ¿por qué adentrarse en el futuro?
Sólo aprecio la hora presente,
Porque el futuro quizá no habitará en mi alma.
El tiempo pasado no está en mi poder
Para cambiar, corregir o añadir algo. Ni los sabios ni los profetas han podido hacer esto.
Por tanto, confiemos a Dios lo que pertenece al pasado.
¡Oh momento presente!, tú me perteneces completamente.
Deseo utilizarte para cuanto está en mi poder (...)
Por eso, confiando en tu misericordia
Avanzo por la vida como un niño,
Y cada día te ofrezco mi corazón
Inflamado de amor para tu mayor gloria».
Cardenal F. X. Nguyen van Thuan
(Testigos de esperanza, Ed. Ciudad Nueva, 7ª Ed., Buenos Aires, 2003, pp. 68-71)
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