Algunos responsables del Estado se esfuerzan repetidamente en mostrar la «racionalidad» de las futuras leyes abortistas.
El historiógrafo Golo Mann afirmó que la racionalidad puede significar dos cosas: acción acorde con un fin, independientemente de cual sea el fin, o acción adecuada para un fin que es beneficioso para aquellos a quienes afecta. Y, tras poner Auschwitz como ejemplo de la primera acepción, sostiene que «no podemos calificar seriamente de racional un delito demencial. Acción racional, en el buen sentido del término, es una acción dictada por la razón que beneficia al hombre». Los más directamente afectados por las leyes aludidas son los no nacidos, y es evidente que no les favorecen.
En 1971, la Conferencia Episcopal Alemana hizo esta firme declaración: «Solamente cuando el Estado está dispuesto a proteger la vida del ser humano antes de su nacimiento, es cuando merece el nombre de Estado constitucional».
Las sociedades occidentales se esfuerzan en hacer pasar la muerte inadvertida. Pero se menosprecia la vida. Hay abortos, eutanasia y suicidios asistidos. Paradoja del hombre científico que, de una parte, hace retroceder la muerte, pero, de otra la impone «legalmente» y tan abundantemente como nunca lo hiciera antes.
Card. Ricardo María Carles
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