Evidentemente no se trata de que Dios se ausente de nosotros, sino de que en nuestra cultura actual no son pocos los que pretenden alejarnos de Dios.
La personalidad humana puede caer en la forma suprema de ausencia, que es la carencia en nuestra conciencia de la presencia de Dios. Dijo Julián Marías, en uno de sus últimos libros (“La perspectiva cristiana”), que la vida humana ha de tener sentido, aunque no se vea claramente cual, la añoranza de mayor amor, es la medida del amor, puesto que el sentido pertenece a la realidad de la vida humana.
“El hombre –dice- hace su vida. La elige, no es creador de ella, pero sí autor de ella. Y ello nos conduce a un convencimiento que nos brota del hondón de nuestra alma. Que la vida terrenal en este mundo aparece como elección de la perdurable”. Y añade lapidariamente. “Consiste en decidir “ahora” quién va a ser “siempre”.
Querer arrancar las raíces cristianas de nuestra civilización supone olvidar –dice él mismo al final del libro- que “desde hace dos mil años, el hombre tiene algo radicalmente nuevo, que no se acaba de poseer sino por partes, con desamor, abandonos, infidelidades. Algo que está delante de nosotros como algo que hay que conquistar. Algo, no se olvide, que está frente a nuestra libertad sin forzarla. La perspectiva cristiana”.
Otro actual teólogo afirma brevemente que la historia de la humanidad tiene una concreta “Nota Bene”, que es la encarnación de Jesucristo, el Verbo de Dios. Una Nota Bene, que quiere ser olvidada por algunos y, lo que es más grave, otros pretenden hacerla olvidar a sus conciudadanos.
Y una consecuencia, aunque no la única, de esas corrientes que pretenden secularizar nuestra cultura, laicizarla , alejarnos de cualquier valor trascendente, fundamentalmente de Dios, también puede introducirnos a creer que la santidad es más difícil que en otras épocas de la historia.
Todos nos vemos lejos de la santidad. Si ello quiere decir que nos es imposible, nos equivocamos. Si pensamos que vamos haciendo camino, por muy lejos que nos encontremos de ella, estamos en lo cierto.
Cada día de nuestra vida es una ocasión que Dios nos regala para que nos sigamos acercando a Él.
Acercarnos, puesto que no consideramos tener suficiente intimidad con Él, pero sabemos que nos espera cada día a partir del grado de amor que podemos tener.
San Juan de la Cruz, que tanto supo de amor a Dios, nos dirá que la medida de nuestro amor no es tanto el que apreciamos tener, sino la medida del deseo de crecer en ese amor, del anhelo de alcanzarlo; la añoranza de mayor amor, esa es la medida del amor.
A esa actitud alude Jesús como una bienaventuranza: tener hambre y sed de santidad.
Ser justo es ser santo. Así pues, la respuesta a la pregunta de si podemos ser santos, se convierte en la pregunta de si tenemos hambre y sed de serlo. Es la respuesta de Jesús en la cuarta bienaventuranza.
Cardenal Ricardo M. Carles
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