-¿Qué es lo que quiere conseguir con sus estudios?
-Quiero ser abogado
-¿Y después?
-Defendiendo causas, ganaré mucho dinero
-¿Y después?
-De este modo me prepararé una vejez tranquila
-Está bien: ¿y después?
-El joven se puso triste y contestó:
-Pues, después…me moriré.
-¿Y después? –repitió san Felipe.
A esa última pregunta, el muchacho no contestó; comprendió que el santo quería decirle: “Hay una eternidad en la que es preciso pensar; hay un Dios a quien servir y un alma que salvar; ¡esto importa más que todo!”.
Aquellas palabras: “¿Y después?”, le quedaron impresas en la mente e hicieron de él un hombre virtuoso
Mauricio Rufino
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