'Ha llegado la hora de reemplazar a Cristo. Voy a fundar una religión enteramente nueva y de acuerdo con el progreso'. Pero no funcionó.
Al cabo de unos meses, el «inventor» acudió desconsolado a Bonaparte, ya primer cónsul, y le dijo:
–¿Lo creeréis, señor? Mi religión es preciosa, pero no arraiga entre el pueblo.
Respondió Bonaparte:
–Ciudadano colega, ¿tenéis seriamente la intención de hacer la competencia a Jesucristo? No hay más que un medio; haced lo que Él: haceos crucificar un viernes, y tratad de resucitar el domingo.
A. Hillaire
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