Según un dicho oriental, “mil caminos nacen bajo tus pies”.
Quizá no nazcan mil caminos, pues no tenemos ante nosotros mil posibilidades a la hora de elegir. Pero sí es cierto que existen muchas opciones: podemos ir hacia lo cómodo o hacia lo exigente, escoger una carrera u otra, aceptar un trabajo o rechazarlo, salir a tomar unas copas o quedarnos en casa para estudiar o para limpiar la ropa sucia.
Cada decisión configura la propia vida y la vida de quienes caminan a nuestro lado. En cierto sentido, nada es indiferente. Quedarse en la cama en vez de ayudar en las tareas de la casa puede parecer un acto insignificante, cuando en realidad me forma o me “deforma”, alegra o entristece a los demás miembros de la familia.
Así lo explicaba san Gregorio de Nisa, un obispo del siglo IV: “Todos los seres sujetos al devenir no permanecen idénticos a sí mismos, sino que pasan continuamente de un estado a otro mediante un cambio que se traduce siempre en bien o en mal... Así pues, ser sujeto sometido a cambio es nacer continuamente... Pero aquí el nacimiento no se produce por una intervención ajena, como es el caso de los seres corpóreos... sino que es el resultado de una decisión libre y, así, nosotros somos en cierto modo nuestros mismos progenitores, creándonos como queremos y, con nuestra elección, dándonos la forma que queremos”.
Porque somos libres a la hora de tomar decisiones, somos también responsables de lo que hayamos elegido. Si amamos la libertad hasta el punto de haber levantado una estatua dedicada a ella (en la costa Este de los Estados Unidos), también tenemos que edificar una estatua a la responsabilidad, como sugería Viktor Frankl (1905-1997), no sólo en la costa Oeste de los Estados Unidos, sino, de modo mucho personal, en lo más íntimo de nuestra conciencia.
La responsabilidad es el complemento irrenunciable de la existencia de quienes somos libres. Por eso es tan importante detenernos un momento, antes de cada nueva elección, para valorar los pros y los contras, para analizar a fondo cada posibilidad. Seremos así capaces de desvelar, con franqueza, si lo que deseamos hacer corresponde a un proyecto de egoísmo enfermizo, o si nos conduce hacia ese bien que hace bella la propia vida y la de quienes viven a nuestro lado.
Quizá no nazcan mil caminos, pues no tenemos ante nosotros mil posibilidades a la hora de elegir. Pero sí es cierto que existen muchas opciones: podemos ir hacia lo cómodo o hacia lo exigente, escoger una carrera u otra, aceptar un trabajo o rechazarlo, salir a tomar unas copas o quedarnos en casa para estudiar o para limpiar la ropa sucia.
Cada decisión configura la propia vida y la vida de quienes caminan a nuestro lado. En cierto sentido, nada es indiferente. Quedarse en la cama en vez de ayudar en las tareas de la casa puede parecer un acto insignificante, cuando en realidad me forma o me “deforma”, alegra o entristece a los demás miembros de la familia.
Lo que escogemos plasma, por lo mismo, nuestro modo de pensar, de sentir, de amar, de actuar. En cierto sentido, somos padres de nosotros mismos, pues lo que hacemos o dejamos de hacer entra a formar parte de lo más íntimo de nuestros corazones.
Así lo explicaba san Gregorio de Nisa, un obispo del siglo IV: “Todos los seres sujetos al devenir no permanecen idénticos a sí mismos, sino que pasan continuamente de un estado a otro mediante un cambio que se traduce siempre en bien o en mal... Así pues, ser sujeto sometido a cambio es nacer continuamente... Pero aquí el nacimiento no se produce por una intervención ajena, como es el caso de los seres corpóreos... sino que es el resultado de una decisión libre y, así, nosotros somos en cierto modo nuestros mismos progenitores, creándonos como queremos y, con nuestra elección, dándonos la forma que queremos”.
Porque somos libres a la hora de tomar decisiones, somos también responsables de lo que hayamos elegido. Si amamos la libertad hasta el punto de haber levantado una estatua dedicada a ella (en la costa Este de los Estados Unidos), también tenemos que edificar una estatua a la responsabilidad, como sugería Viktor Frankl (1905-1997), no sólo en la costa Oeste de los Estados Unidos, sino, de modo mucho personal, en lo más íntimo de nuestra conciencia.
La responsabilidad es el complemento irrenunciable de la existencia de quienes somos libres. Por eso es tan importante detenernos un momento, antes de cada nueva elección, para valorar los pros y los contras, para analizar a fondo cada posibilidad. Seremos así capaces de desvelar, con franqueza, si lo que deseamos hacer corresponde a un proyecto de egoísmo enfermizo, o si nos conduce hacia ese bien que hace bella la propia vida y la de quienes viven a nuestro lado.
Fernando Pascual
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