jueves

Escándalos en la Iglesia: ¿Dónde Está Dios y Qué Nos Enseñan Estos Tiempos de Crisis?

 El abuso de poder dentro de la Iglesia, lamentablemente, no es un fenómeno nuevo, pero cada vez que se hace visible, genera desconcierto y dolor en los fieles. Casos como el de los Legionarios de Cristo, Karadima en Chile, o el Sodalicio en Perú, son ejemplos de cómo personas que deberían haber sido guías espirituales terminaron utilizando su influencia para manipular, abusar y destruir la confianza de muchos. Estos escándalos no solo dañan a las víctimas, sino que afectan profundamente la credibilidad de la Iglesia y provocan una crisis de fe en quienes confiaban en sus líderes religiosos.


Cuando nos enfrentamos a estas realidades, surge una pregunta natural: ¿Dónde está Dios en medio de todo esto? ¿Por qué permite que quienes deberían ser ejemplos de amor y servicio caigan en el abuso y el engaño? La tentación de juzgar y buscar respuestas inmediatas es fuerte. Sin embargo, en el misterio de Dios, no siempre encontramos las respuestas que esperamos, y su forma de actuar dista mucho de la justicia humana.

Dios, como nos enseña Jesús, no impone su voluntad con fuerza ni destruye a quienes han caído en el mal. En lugar de usar su poder para acabar con los culpables, su respuesta es siempre desde el amor y la paciencia. Jesús mismo enfrentó la injusticia y la maldad sin recurrir a la violencia, siendo condenado injustamente y cargando una cruz que no merecía. En lugar de destruir a sus opresores, ofreció el perdón. Esto puede parecer desconcertante, pero en esa aparente debilidad se revela la verdadera fuerza de Dios: la capacidad de transformar el mal con el bien.

Casos como los de Marcial Maciel (fundador de los Legionarios de Cristo), Fernando Karadima, o de Luis Fernando Figari en el Sodalicio, nos obligan a reflexionar no solo sobre el abuso de poder, sino también sobre cómo Dios actúa frente a estos crímenes. Si bien la justicia humana, a través de tribunales e investigaciones, busca condenar estos actos, la justicia divina opera de manera diferente. Dios no deja impune el mal, pero tampoco lo aplasta de inmediato. Su plan es uno de redención, no de destrucción.

Estos escándalos nos invitan a un enfoque pedagógico y espiritual: aprender de los errores, identificar el abuso de poder y trabajar para que nunca más se repitan estas situaciones dentro de la Iglesia. No estamos llamados a juzgar a las personas, pero sí a crear conciencia, a exigir transparencia y a formar comunidades más sanas y comprometidas con los valores del Evangelio. Esto implica reconocer que el poder no debe ser un medio para someter, sino para servir, y que la Iglesia debe ser, ante todo, un refugio seguro para todos.

Dios, en su infinita paciencia, nos llama a no perder la esperanza ni la fe, incluso en medio de estas crisis. Nos invita a ser testigos de un amor que no busca imponer su fuerza, sino transformar los corazones. Si bien es doloroso ver cómo algunos líderes religiosos han traicionado su misión, también es una oportunidad para recordar que la Iglesia es más grande que sus fallos humanos. Dios sigue actuando, a veces en silencio, pero siempre ofreciendo la posibilidad de la conversión y la sanación, tanto para las víctimas como para los victimarios.

Este tiempo de reflexión nos ofrece la oportunidad de aprender del pasado, de exigir justicia y reparación para las víctimas, y de trabajar en una Iglesia más humilde y transparente, que refleje el verdadero mensaje de Cristo: un mensaje de servicio, amor y sacrificio por los demás.

Pensamiento Católico

miércoles

El Cristianismo: Nuevo Paradigma del Poder

 La Tentación del Poder y la Redención del Amor: Una Reflexión Filosófica y Teológica

Un hecho claro en la historia de la humanidad es que ha sido influenciada por la búsqueda del poder. Desde el deseo de riquezas hasta la necesidad de ejercer control y recibir reconocimiento, el poder se presenta como una tentación constante. 


Sin embargo, la experiencia ha demostrado que el poder, en lugar de conducir a la verdadera liberación, frecuentemente se transforma en un camino hacia la opresión y el sufrimiento. La paradoja del poder es clara: cuanto más se busca, más se aleja uno de la auténtica libertad y redención. La verdadera liberación se encuentra, no en la fuerza y el dominio, sino en el amor sacrificial y la entrega.


Visión Cristiana del Poder

El Cristianismo: Nuevo paradigma del Poder

La Plenitud de la Revelación en Cristo: El Verdadero Rostro de Dios

Con la encarnación del Hijo de Dios, la revelación alcanza su plenitud. Jesús no niega la justicia divina, sino que la lleva a un nivel superior. En lugar de castigar el pecado desde fuera, asume sobre sí mismo las consecuencias del pecado en la cruz. La victoria de Cristo no se logra mediante la fuerza, sino mediante la entrega total. En la cruz, Dios muestra que el auténtico poder reside en el amor que da la vida por los demás.


El mensaje de Cristo puede parecer paradójico para quienes esperan un Mesías que derrote a sus enemigos con violencia. Sin embargo, Jesús enseña que la auténtica victoria sobre el mal no se obtiene por la destrucción del enemigo, sino por la transformación del corazón humano. Esto es un desarrollo del mensaje de la justicia de Dios: no es una justicia retributiva sino una justicia redentora, que busca restaurar al pecador en lugar de aniquilarlo.


La Paciencia de Dios y la Impaciencia Humana: Una Prueba de Amor

El Nuevo Testamento, especialmente a través de los Evangelios y las epístolas, nos presenta la paciencia de Dios como un atributo esencial. En 2 Pedro 3:9, se afirma lo siguiente:


"El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan." 


Este es un llamado a la comprensión de que el tiempo de la paciencia divina no es un signo de indiferencia o debilidad, sino de amor.


La impaciencia humana, que busca resultados inmediatos y respuestas drásticas al mal, ha llevado históricamente a justificar el uso de la fuerza. Pero la lógica de Dios es diferente. La paciencia de Dios permite el arrepentimiento y da espacio para la conversión. La historia de la salvación no es una sucesión de triunfos instantáneos, sino un proceso donde Dios acompaña pacientemente al hombre hacia la plenitud de la vida en Cristo.


La Mansedumbre como Verdadera Fuerza Transformadora

Para los cristianos, la mansedumbre y la paciencia deben ser entendidas como auténticas virtudes, no como signos de debilidad. El mismo Jesús nos invita a aprender de Él, "que es manso y humilde de corazón" (Mateo 11:29). La mansedumbre no implica la pasividad frente al mal, sino una resistencia activa basada en el amor y en la confianza en la acción de Dios.


La auténtica revolución cristiana no se trata de destruir al enemigo, sino de convertirlo. Es un llamado a la transformación radical del corazón, que solo puede realizarse a través de la fuerza del amor redentor y no mediante la imposición violenta. Es precisamente en la cruz donde la debilidad aparente se convierte en el mayor acto de poder.


Justicia y Misericordia: La Plenitud del Amor Divino

Es un error contraponer la justicia y la misericordia, como si fueran características excluyentes de Dios. Ambos son aspectos de su amor perfecto. Con la venida de Cristo, se revela que la justicia de Dios no se basa en la retribución, sino en la redención. La cruz es el lugar donde la justicia y la misericordia se encuentran en el amor total de Dios.


Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1849), "El pecado es una falta contra la razón, la verdad y la conciencia recta. Es una falta contra el amor verdadero para con Dios y para con el prójimo." 


Por lo tanto, la respuesta de Dios al pecado no es simplemente castigar, sino curar, restaurar y redimir.


La Llamada a la Conversión y la Esperanza

El cristianismo ofrece un nuevo paradigma de poder, centrado no en la imposición, sino en el servicio. La invitación a los seguidores de Cristo es a participar en el amor sacrificial y en la paciencia de Dios. En lugar de buscar una justicia rápida y retributiva, el cristiano está llamado a confiar en el poder transformador del amor.


El verdadero poder no reside en la fuerza, sino en el servicio, la debilidad aparente, y la entrega. La cruz no es un signo de derrota, sino de victoria, pues allí Dios revela su amor por la humanidad. 


En definitiva, el camino hacia la redención no se encuentra en el poder destructivo, sino en el amor que se ofrece por los demás. Este es el misterio de la cruz, donde el poder auténtico se manifiesta en la entrega y donde la victoria sobre el mal se alcanza mediante el amor redentor de Dios.


Omar Orozco Sáenz

Pensamiento Católico

martes

Transforma tu Vida para Transformar tu Mundo: El Poder del Cambio Interior

 


"Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta."

Carl Jung


¿Cuántas veces hemos soñado con cambiar el mundo? A veces creemos que, si logramos eso, todo sería perfecto. Pero ¿y si el verdadero cambio no empieza por fuera, sino dentro de nosotros? Para cambiar el mundo, primero tenemos que entendernos y cambiarnos a nosotros mismos. ¿Qué sentido tiene nuestra vida? Descubrirlo es esencial para comenzar ese proceso.

El Poder del cambio Interior


El filósofo católico Josef Pieper decía que solo reconociendo la verdad dentro de nosotros mismos podemos actuar en el mundo con justicia y claridad. Si vivimos siendo honestos con quienes realmente somos, sin máscaras ni apariencias, nos permitirá realmente hacer algo importante. 


La búsqueda de un propósito

Hoy en día, todo parece una competencia: quién logra más, quién es más popular, quién tiene más cosas. A veces parece que nuestro valor depende de eso, ¿verdad? Sin embargo, mientras corremos tras esos logros, nos olvidamos de algo mucho más importante: el verdadero sentido de nuestras vidas. Romano Guardini decía que el ser humano solo se encuentra a sí mismo cuando está en contacto con algo más grande, con Dios. Es como si, al orientarnos hacia algo que nos trasciende, de repente todo comenzara a tener más sentido.


El reto de ser auténticos

A veces parece que la autenticidad es simplemente hacer lo que queremos, pero ¿es realmente eso? Etienne Gilson sostenía que entendernos a nosotros mismos significa darnos cuenta de que formamos parte de algo más grande. No estamos solos en el mundo ni somos autosuficientes. Es como si fuéramos parte de un rompecabezas gigante: Para saber cuál es nuestro lugar tenemos que apreciar la imagen completa, solo así, podremos entender donde encajamos.


Ser auténtico no es hacer lo que nos apetece en el momento, sino vivir alineados con la verdad que Dios nos revela. Como decía Jacques Maritain, tenemos que aprender a ver más allá de lo superficial, a mirar más profundamente la realidad y entender qué hay detrás de nuestras acciones y deseos. 


La transformación personal: el camino hacia el cambio

Si queremos cambiar el mundo, primero tenemos que cambiar nosotros. A veces buscamos fuera la respuesta, cuando en realidad lo que necesitamos está dentro de nosotros. Como decía Jean Daniélou, nuestra vida debería reflejar esa verdad que Dios nos ha dado, como si nuestra transformación personal fuera una especie de "luz" que los demás pudieran notar y seguir.


La relación con Dios: la clave del cambio

A esta altura, ya debería estar claro que todo este proceso de transformación depende de nuestra relación con Dios. Es esa relación la que le da sentido a todo lo que hacemos. Si nos conectamos con Dios, encontramos la fuerza y la claridad para transformarnos y, a través de ese cambio, influir en el mundo de manera positiva. ¿No es increíble cómo un cambio interno puede generar un impacto en todo lo que nos rodea?


Cuando dejamos que Dios entre en nuestras vidas, el cambio ocurre de manera natural. No tenemos que forzar nada ni exigir que los demás cambien, porque la verdadera transformación fluye cuando vivimos alineados con la verdad. Como decía Yves Congar:

 "La gracia de Dios no solo ilumina nuestra mente, sino que transforma todo nuestro ser."


Esa transformación toca las vidas de quienes están a nuestro alrededor, incluso si no nos damos cuenta al principio.


Cultiva tu propio jardín

Antes de salir al mundo con ganas de cambiarlo todo, primero tenemos que enfocarnos en nuestro propio crecimiento. Es como lo que decía Henri de Lubac: el verdadero cambio comienza con nosotros mismos. Si tratamos de mejorar el mundo sin haber trabajado en nuestro propio interior, corremos el riesgo de perder el rumbo y quedarnos solo en la superficie.


Detente un momento para pensar: ¿Qué parte de tu vida necesita ser transformada? ¿Qué cambios internos te están llamando? A veces buscamos respuestas en el exterior, pero las respuestas más importantes están dentro, en nuestra relación con Dios.


Pídele a Dios la gracia de cambiarte a ti mismo primero, y verás cómo todo a tu alrededor comienza a transformarse también. Como decía Gilson: "El hombre no cambia el mundo por lo que hace, sino por lo que es." Así que cultiva tu propio jardín, crece desde adentro, y verás cómo el cambio que tanto esperas empieza a florecer en tu vida.


Omar Orozco Sáenz
Pensamiento Católico

sábado

El Eco del Profeta: Perseverancia, Convicción y el Camino hacia el Cambio




"No es la victoria lo que hace grande a un hombre, sino el seguir luchando."

Séneca


Hace un tiempo, escuche la historia de un profeta que caminaba por las calles de una ciudad vacía, gritando día tras día un mensaje que, aparentemente, nadie escuchaba.  Día tras día, su voz seguía resonando, pero la gente seguía su camino, ignorándolo. Alguien le preguntó por qué seguía insistiendo si nadie prestaba atención, y el profeta respondió algo así como: "Grito no para que ellos cambien, sino para que no me cambien a mí".

Esa respuesta me ha rondado la cabeza desde entonces. No era solo un grito en vano, sino una lucha por mantenerse fiel a sí mismo, a su misión, a su verdad. Me parece que, en muchos momentos de nuestra vida, nos sentimos como ese profeta. Nos enfrentamos a situaciones donde parece que nuestras acciones no tienen impacto, que nuestras voces no se escuchan, y nos preguntamos si tiene sentido seguir intentándolo. Entonces, ¿cómo hacemos para seguir adelante cuando parece que nada cambia? ¿Cómo perseveramos y, más aún, cómo nos transformamos en el proceso?

El Eco del Profeta: Perseverancia, Convicción y el Camino hacia el Cambio

La Perseverancia: "La recompensa de la paciencia es la paciencia"

Perseverar no significa simplemente repetir lo mismo sin reflexionar, sino mantenernos firmes en nuestras acciones, confiando en que, aunque no veamos frutos inmediatos, lo que hacemos tiene valor. El filósofo Blaise Pascal escribió: “La recompensa de la paciencia es la paciencia”, destacando que la perseverancia no busca una recompensa externa, sino que se refuerza a sí misma. Esto es importante cuando nos encontramos en situaciones donde los resultados no son visibles de inmediato.

Pensemos en aquellas veces en las que hemos trabajado duramente en algo —un proyecto, una relación, o incluso el desarrollo personal— y sentimos que no avanzamos. La perseverancia se trata de reconocer que, aunque el progreso no sea evidente, nuestros esfuerzos están construyendo algo más grande de lo que podemos ver en ese momento. A veces, lo más importante no es ver el cambio inmediato, sino asegurarnos de que estamos avanzando en la dirección correcta.


Piensa en momentos de tu vida donde has querido rendirte porque no veías progreso. Tal vez en tus estudios, en una relación o en un proyecto personal. Santo Tomás de Aquino nos recuerda que la perseverancia está directamente relacionada con la fortaleza. Esta virtud nos permite seguir adelante cuando lo fácil sería detenernos. 

Ahora ustedes podrían decir: “Entiendo su importancia, pero ¿Cómo puedo aplicarlo en mi día a día? Existen varios caminos, pero te sugiero consideres los siguientes ítems que podrán ayudarte en tu día a día.


1. Si estás enfrentando una tarea difícil como aprender una nueva habilidad, prueba la técnica Kaizen. Esta metodología japonesa se basa en la mejora continua a través de pequeños pasos diarios. Dedica unos minutos al día a esa tarea, en lugar de intentar hacer todo de una vez. Este enfoque reduce el agotamiento y te permite perseverar de manera más efectiva.

2. Si estás estudiando para un examen y sientes que no estás avanzando, una técnica efectiva es la metodología Pomodoro. Estudia en intervalos de 25 minutos, seguidos de 5 minutos de descanso. Esto te ayudará a mantener el enfoque sin agotarte. Después de cuatro ciclos, tómate un descanso más largo de 15 a 30 minutos. Al dividir tus esfuerzos en pequeñas dosis, verás que es más fácil continuar.

3. Lleva un registro de progreso diario. Al final de cada día, anota un pequeño logro, por más insignificante que parezca. Con el tiempo, te sorprenderá lo mucho que has avanzado, y esto reforzará tu motivación para seguir.

4. Ora sin cesar, no minimices el poder de la gracia de Dios, encontraras fortaleza y consuelo.



La Paciencia Activa: Esperar No Es Inacción

En la historia del profeta, también encontramos a la paciencia como protagonista. Aunque gritaba cada día, él sabía que los resultados no llegarían de inmediato. La paciencia activa no significa sentarse a esperar que algo pase. Es como el agricultor que cuida su campo mientras espera la cosecha. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance mientras confiamos en que el tiempo traerá los resultados.

En un mundo donde todo parece moverse a gran velocidad, la paciencia es una herramienta que nos permite desacelerar y aceptar que el cambio profundo requiere tiempo. Esto no significa quedarnos inactivos, sino entender que cada cosa tiene su ritmo. Practicar la paciencia activa es aprender a confiar en el proceso, sabiendo que cada pequeño paso nos acerca a la meta.

Sugerencias para ayudarnos a trabajar en esta virtud

1. En vez de frustrarte por no ver resultados inmediatos en algún aspecto de tu vida, centrarte en el presente y dejar de preocuparte por el futuro, solo así podrás apreciar los pequeños progresos. Respirar profundamente durante cinco minutos, te ayudará a enfocarte, puedes sincronizarlas con jaculatorias, acción que te permitirá volver tu rostro a Dios y abandonarte a su providencia.


2. Si estás trabajando en un proyecto que parece no avanzar, divide tareas grandes en microtareas. Por ejemplo, en lugar de intentar aprender 100 palabras nuevas en una semana, concéntrate en aprender cinco palabras al día. Así ejercitaras la paciencia activa: no estás esperando el resultado final sin hacer nada, sino trabajando poco a poco con constancia.


La Convicción: "La verdad os hará libres"

La convicción es lo que nos sostiene cuando todo lo demás parece desmoronarse. En el relato del profeta, su grito no era en vano, aunque nadie lo escuchara. Él estaba convencido de que su mensaje era verdadero, y esa convicción lo mantenía firme, a pesar de la indiferencia. En nuestras vidas, a menudo encontramos que la convicción en lo que creemos es lo único que nos mantiene de pie cuando las circunstancias nos empujan a rendirnos.

El desafío aquí es cultivar nuestras propias convicciones. A veces nos sentimos perdidos porque no tenemos claro qué es lo que verdaderamente valoramos. La convicción no surge de la nada, se nutre de reflexiones, de aprendizajes y de la confianza en una verdad mayor. : El filósofo contemporáneo Alasdair MacIntyre explica que

"es en las narrativas que encontramos las verdades sobre lo que somos y lo que deberíamos ser"

Saber quién eres y qué crees te da el poder de seguir adelante, incluso cuando las circunstancias externas intentan desviarte.


Estas actividades te podrían ayudar a fortalecer tus convicciones

1. Todos en distintos momentos de nuestra vida tenemos que tomar decisiones importantes, una práctica útil es la visualización inversa. Imagina el resultado que obtendrías si actuaras en contra de tus convicciones. ¿Cómo te sentirías? Luego, visualiza cómo te sentirías siguiendo lo que realmente crees, sin importar las consecuencias. Este ejercicio te ayudará a aclarar tus valores y reforzar tus decisiones con una base sólida.


2. Te recomiendo practicar la escritura reflexiva. Dedica unos minutos cada semana a escribir sobre tus creencias y las razones detrás de ellas. Reflexiona sobre cómo esas convicciones guían tus acciones. Esto te ayudará a tener claridad en momentos de duda y a fortalecer tu propósito


El Cambio: "No busques fuera lo que está dentro"

El profeta no gritaba solo para que lo escucharan; en el fondo, gritaba para recordarse a sí mismo su misión. El verdadero cambio comienza dentro de nosotros. Si queremos transformar nuestra vida, debemos primero entender qué necesitamos cambiar y por qué. San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, resaltaba que el cambio profundo se logra a través del discernimiento: la reflexión constante sobre nuestras acciones, nuestras motivaciones y nuestras metas.

Cambiar no es simplemente adoptar nuevos hábitos, es cuestionar nuestras viejas formas de pensar y estar dispuestos a abandonar lo que ya no nos sirve. Pero este cambio no ocurre de la noche a la mañana. Requiere valentía, perseverancia y, sobre todo, una convicción firme de que estamos en el camino correcto.

¿Qué podemos hacer?

Si sientes que algo en tu vida no está alineado con tus valores, una práctica muy útil es la del examen de conciencia. Al final de cada día, dedica unos minutos a reflexionar sobre tus acciones. Pregúntate: ¿Qué hice hoy que me acercó a mis ideales? ¿Qué acciones me alejaron? Esto te ayudará a identificar áreas donde puedes comenzar a hacer pequeños ajustes.


El cambio nunca es fácil, pero al recorrerlo es donde descubrimos quiénes somos y qué podemos llegar a ser. Este espacio no solo es para compartir mis reflexiones, es también para decirme a mi mismo que no debo dejar de luchar por lo que creo, incluso cuando parezca que nadie nos escucha. NO estamos solos Dios siempre nos acompaña.


Omar Orozco Sáenz
Pensamiento Católico

miércoles

La Aventura de la Vida: Superficialidad, Profundidad y la Búsqueda del Sentido



"No puedes volver atrás y cambiar el principio, pero puedes comenzar donde estás y cambiar el final." 
C.S. Lewis


Hoy en día todo parece diseñado para que vivamos una vida superficial: las redes sociales nos muestran fragmentos de vidas perfectas, videos que nos entretienen por segundos, un constante y acelerado cambio de moda o tendencia, insertando en nuestras mentes que lo más importante es lo que se ve. Pero, si somos honestos, ¿eso realmente nos llena? Estar de moda es movernos rápido, sin profundidad, sin llegar a entender lo que realmente importa.

Aunque llenemos nuestra vida de cosas materiales, siempre habrá un vacío si no buscamos lo espiritual, lo que realmente nutre nuestra alma. Es como si intentáramos saciarnos con aire cuando lo que realmente necesitamos es alimento.


No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
(Mt 4:4).

Redes Sociales

La Profundidad de lo Invisible


¿Te has dado cuenta de que las cosas más importantes en la vida no se pueden ver?

San Pablo nos dice en la Segunda Carta a los Corintios: "a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas." (2 Cor 4:18). El amor, la amistad, la esperanza, Dios... Todo eso no se puede medir ni mostrar, pero es mucho más real que cualquier automóvil, ropa o teléfono celular que puedas tener.

A veces, las personas se pierden en lo que el mundo ofrece: la gratificación inmediata, el entretenimiento sin fin, y olvidan que hay algo más allá. El joven rico en el Evangelio (Mt 19:16-22) se fue triste porque no pudo desprenderse de sus bienes para seguir a Jesús. Pensó que lo material lo llenaría, pero no se dio cuenta de que lo verdadero y eterno estaba justo enfrente de él. Nosotros también corremos el riesgo de perder de vista lo importante cuando solo nos enfocamos en lo que brilla por fuera.


Impulsividad y Reflexión: Tomar Decisiones Sabias


Ser superficial también significa ser impulsivo. Muchas veces, en lugar de detenernos a pensar, actuamos por lo que sentimos en el momento, como niños pequeños que no pueden esperar. Pero ser cristiano significa aprender a reflexionar, a pensar antes de actuar, a medir nuestras decisiones. La Biblia nos dice: "El hombre precavido ve el mal y se esconde, los simples pasan y reciben castigo." (Proverbios 22:3).

La impulsividad es la hermana menor de la superficialidad. Ambas nos hacen actuar sin pensar en las consecuencias. ¿Cuántas veces te has arrepentido de algo que hiciste sin reflexionar? En cambio, el verdadero camino cristiano es el de la prudencia, una virtud que se trata de pensar antes de actuar, de discernir.


La Constancia: El Camino de los Santos


Ahora bien, otro enemigo de la profundidad es la inestabilidad. ¿Cuántas veces has comenzado algo con entusiasmo, solo para abandonarlo a mitad de camino? ¡Eso nos pasa a todos! La vida superficial te empuja a comenzar mil proyectos sin terminar ninguno. Pero lo que realmente vale la pena en la vida requiere constancia y esfuerzo. Jesús nos enseña la importancia de ser constantes cuando dice: "Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará." (Mt 24:13). Los grandes santos no se hicieron santos en un día. Santa Teresa de Ávila, conocida por su fortaleza, decía: "La paciencia todo lo alcanza".

Ser constante es como entrenar para una carrera. No puedes esperar ganar si no te esfuerzas todos los días, si no haces sacrificios. Lo mismo pasa con la vida cristiana. No es cuestión de momentos fugaces de emoción, sino de una entrega diaria, incluso cuando no tenemos ganas.


El Carácter Cristiano: Ser más que Sentimientos


El mundo te dirá que sigas tus sentimientos ("No pienses… Siente"), que si algo "se siente bien", entonces está bien. Pero, ¿es eso cierto? No siempre. San Ignacio de Loyola, en sus ejercicios espirituales, nos enseña a no tomar decisiones cuando estamos dominados por sentimientos pasajeros. Un sabio consejo siempre será: no tomes decisiones cuando estés demasiado contento o furioso.

Como cristianos debemos aprender a desarrollar nuestro carácter, y eso quiere decir actuar no solo por lo que sentimos, sino por lo que sabemos que es correcto. Los sentimientos son importantes, pero no pueden ser los que nos guíen. Debemos ser personas firmes, con principios claros, y no como hojas movidas por el viento.


El Sacrificio: La Gran Lección de Amor


El mayor ejemplo de esto es Jesús. ¿Crees que se "sentía bien" al subir a la cruz? Claro que no. Incluso le pidió al Padre que, si era posible, le apartara ese sufrimiento (Lc 22:42). Pero aun así, Jesús aceptó el sacrificio por amor a nosotros. Ese es el verdadero sacrificio: no se trata de sufrir por sufrir, sino de amar hasta el punto de estar dispuesto a darlo todo por el otro. San Juan Pablo II decía: "No hay amor sin sacrificio". Y es verdad, porque el amor verdadero siempre implica renunciar a algo de uno mismo por el bien de los demás.


La Humildad: Conocernos Tal Como Somos


Para vivir con profundidad, necesitamos una virtud clave: la humildad. San Francisco de Asís lo entendió muy bien cuando dijo: "El hombre no es más que lo que es a los ojos de Dios". No somos ni más ni menos de lo que Dios ve en nosotros. El mundo nos dice que debemos ser "los mejores", pero la verdad es que solo seremos grandes si somos pequeños ante Dios, si reconocemos nuestras limitaciones y confiamos en Su amor. Como nos recuerda la Palabra de Dios: "Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado."
(Lc 14:11).


Un Camino de Madurez: Seguir a Cristo


Finalmente, ¿Cómo podemos madurar en nuestra fe y dejar de lado la superficialidad? No hay mejor camino que seguir a Cristo. Él es nuestro modelo perfecto de madurez y profundidad. Nos enseñó a ver más allá de las apariencias, a vivir con amor y sacrificio, a ser constantes y prudentes. Como cristianos, estamos llamados a imitarlo. Como decía San Pablo: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo" (Flp 2:5).

El camino hacia la madurez es largo y no siempre fácil, pero es el único que nos lleva a la verdadera alegría, a esa paz que solo encontramos en Dios. Y lo mejor de todo es que no estamos solos en este viaje: Cristo camina con nosotros. Como decía Chesterton, "el cristiano no es alguien que sigue una ley, sino alguien que sigue una Persona".

Así, esta aventura de la vida, con sus retos y descubrimientos, nos invita a profundizar, a buscar sentido en lo eterno. No estamos llamados a quedarnos en la superficie, sino a bucear en el misterio de Dios, donde encontramos nuestra identidad más profunda y verdadera. La búsqueda del sentido no es una carrera solitaria, es un camino compartido con Aquel que es el sentido mismo. Y al final del viaje, encontraremos que cada paso hacia Él ha valido la pena. ¡Qué gran aventura, la de seguir a Cristo!


Omar Orozco Sáenz
Pensamiento Católico

lunes

El Viaje Hacia Ser Uno Mismo: El Arte de Ser Auténtico en Dios

Todas las personas, o bueno, casi todas, con las mejores intenciones, buscan señalarnos el camino que debemos seguir. Y es que en la vida no aparecen caminos claros, solo posibles direcciones. Pero, ¿Qué camino debemos tomar? Al respecto, recuerdo un diálogo en la novela Alicia en el País de las Maravillas:

"¿Me podrías indicar, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?" —preguntaba Alicia. A lo que el Gato de Cheshire contestaba: "Eso depende en gran parte del sitio al que quieras llegar."

La pregunta es clara: ¿A dónde quieres llegar? Y para resolver esa pregunta, debemos saber quiénes somos, qué necesitamos y dónde lo encontramos.


Es curioso que, en este mundo moderno, lleno de tecnología, redes sociales y millones de voces que nos dicen cómo vivir, el acto más revolucionario sea algo tan simple como ser uno mismo. Y no me refiero a la versión de “tú” que el mundo quiere ver, sino la versión que Dios soñó para ti. Porque si hay algo más auténtico que nuestra propia identidad, es la identidad que Dios nos ha dado.


¡Ah, la gran paradoja de la autenticidad! Solo cuando encuentras a Dios, te encuentras a ti mismo.

Dialogo con Cristo

Ser Uno Mismo en el Corazón de Dios

Como cristianos, a veces olvidamos que Dios nos creó únicos, con talentos, debilidades y características que nadie más tiene. No somos productos en serie; somos piezas únicas de un gran rompecabezas. Pero aquí está la clave: no puedes armar ese rompecabezas si intentas ser una pieza que no eres. Solo Dios conoce el diseño original de tu alma, y solo cuando te alineas con Él, encuentras quién realmente eres.


Muchos creen que seguir a Dios implica convertirnos en títeres, pero nada más lejos de la verdad. Como lo dijo alguna vez San Agustín: 

"Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti." 

Es en esa unión con Dios donde alcanzamos la verdadera autenticidad, porque solo Él conoce el propósito para el cual fuimos creados.


La Paradoja de la Autenticidad: Encontrarte a Ti Mismo en la Entrega

Una de las grandes paradojas del cristianismo es que solo cuando te entregas a algo mayor que tú, encuentras quién eres en realidad. Vivimos en una época en la que nos dicen que para ser auténticos debemos "seguir nuestros deseos," "vivir el momento," o "ser nuestra propia verdad." Pero aquí está el truco: la verdadera libertad no está en seguir nuestros impulsos, sino en seguir a Cristo.


Es como si intentaras volar una cometa. Si lo dejas volar sin control, acabará enredado en un árbol o estrellado en el suelo. Solo cuando lo sujetas con firmeza y diriges su vuelo, alcanza su mayor altura. De la misma forma, solo cuando permites que Dios guíe tu vida, alcanzas tu verdadera grandeza. En esa entrega, encuentras la paz y la libertad de ser plenamente tú.


¿Qué podemos hacer?

Ahora bien, ya que entendemos la importancia de saber Quiénes somo debemos enfrentar quizás lo más difícil... dar el primer paso. Te comparto lo que a mi me ayudo y me sigue siendo útil: 


Ora y escucha: La oración no es solo hablar con Dios, sino también escuchar. Dedica tiempo a escuchar la voz de Dios en tu vida. Pregúntale: "¿Qué quieres de mí?" A menudo, en el silencio de la oración es donde descubrimos nuestras verdaderas motivaciones y lo que realmente importa. La lectura de la biblia te será de mucha ayuda.


Conócete a ti mismo: San Ignacio de Loyola siempre hablaba del discernimiento. Para ser auténtico, primero debes preguntarte: ¿Qué dones me ha dado Dios? ¿Qué me motiva realmente? Examina tus fortalezas y debilidades, y acepta ambas como parte de tu camino hacia la autenticidad. Hacer una lista de Virtudes y de cualidades que deseas mejorar te serán de mucha ayuda.


No tengas miedo de ser diferente: No sigas el molde que el mundo quiere imponerte. Si eres diferente, ¡perfecto! San Juan Pablo II nos recordó que no tengamos miedo de ser santos, de ser lo que Dios quiere que seamos. Ser auténtico en Dios significa abrazar tu singularidad con confianza y alegría. Es mejor que te amen por quien eres, es el mejor filtro para hacer amigos.


Rodéate de personas que te animen a ser tú mismo: La compañía que mantienes influye en tu camino. Busca amistades que te animen a crecer espiritualmente y a ser la mejor versión de ti mismo, no las que te empujen a ser alguien que no eres. Los santos siempre caminaron en comunidad, y nosotros también necesitamos apoyo en nuestro viaje hacia la autenticidad.


Acepta tus fallos y sigue adelante: La autenticidad no significa que no vas a cometer errores, sino que aprendes de ellos. Dios nos pide entrega. Cada vez que caes, levántate, pide perdón y sigue adelante con la certeza de que cada error es una oportunidad para acercarte más a quien Dios quiere que seas. Sino te invito a conocer más sobre el rey David, realmente te sorprenderás.


La Autenticidad No Es Solitaria: Somos Parte de un Cuerpo

A veces, el mundo nos vende la idea de que para ser auténtico debes cortar lazos, distanciarte de todo y seguir solo tu camino. Pero aquí va otra paradoja: la verdadera autenticidad no es solitaria. Como miembros del Cuerpo de Cristo, nuestra autenticidad florece en comunidad, cuando usamos nuestros dones para el bien común. Ser auténtico no es alejarte de los demás, sino encontrar tu lugar en el plan de Dios y contribuir al mundo con lo que eres.


Al final, ser uno mismo en Dios es mucho más liberador que cualquier versión que el mundo te pueda ofrecer. Es el viaje de toda una vida, pero es un viaje lleno de paz, porque sabes que no estás caminando solo. Dios va a tu lado, mostrando el camino, ayudándote a descubrir, paso a paso, la increíble persona que Él creó.


Omar Orozco Sáenz
Pensamiento Católico

viernes

Madurez Verdadera: ¿Cómo Armonizar tu Vida como un Cubo de Rubik?

 "La madurez es hacer lo correcto, incluso cuando nadie te está mirando." 
C.S. Lewis


Imagina que estás tratando de armar un cubo de rubik.  Si deseas salir airoso tienes que concentrarte y mover todas las piezas hasta que encajen. Algo similar sucede con la vida: cada parte de nosotros —nuestras ideas, acciones y sentimientos— debe estar en armonía para que podamos vivir plenamente. Pero, ¿Cómo podemos  ordenar ese cubo de nuestra vida? La respuesta es con la madurez, un término que todos hemos escuchado pero que a veces no entendemos del todo.

Cubo Mágico, Rubik


¿Qué es la Madurez?

Cuando seguimos nuestra conciencia, es como si estuviéramos abriendo la puerta hacia una vida auténtica. No se trata solo de saber lo que está bien y lo que está mal, sino de transformar completamente nuestra manera de ser. Es como alinear todas las caras del cubo de rubik, asegurándote de que cada pieza esté en su lugar. La madurez implica que cada aspecto de nuestra vida esté interrelacionado y en equilibrio.


Ser maduro no es solo actuar de cierta manera para que los demás te vean como una persona responsable. De hecho, una de las cosas más hirientes que alguien puede escuchar es que lo llamen inmaduro, ¿verdad? Pero la madurez no es una cuestión de apariencias, sino de cómo somos en nuestro interior. Y lo más importante, madurar no significa que dejes de ser tú mismo. Madurar es aprender a ser tú mismo, pero de una manera más completa y auténtica.


Pensamiento Católico

Mitos sobre la Madurez que Debes Conocer

Nuestra cultura nos ha enseñado muchas cosas equivocadas sobre la madurez. Hoy quiero hablarte de tres mitos que son especialmente engañosos: la invulnerabilidad, la infalibilidad y la inflexibilidad.


1. La Madurez no es Invulnerabilidad

A veces pensamos que ser maduros significa que no podemos fallar o que somos inmunes a las tentaciones. Pero eso no es cierto. Todos somos vulnerables, y reconocer nuestras debilidades es una señal de verdadera madurez. Como lo dijo alguna vez el poeta Alexander Pope: "Los necios corren donde los ángeles no se atreven a pisar." Es decir, las personas maduras no se creen invencibles; saben cuándo deben evitar situaciones que los puedan llevar al mal.


Pensar que ser maduro es ser invulnerable es como creer que porque somos mayores no podemos hacernos daño con una sierra eléctrica. El adulto usa las herramientas peligrosas con cuidado porque entiende los riesgos, no porque sea inmune a ellos.


2. La Madurez no es Tener Todas las Respuestas

Otro mito es pensar que las personas maduras siempre tienen todas las respuestas. Eso está muy lejos de la verdad. Una persona verdaderamente madura sabe que no lo sabe todo. De hecho, mientras más madura es, más consciente es de sus límites. Sócrates lo dijo claramente: el sabio es aquel que reconoce su ignorancia. Ser maduro es ser humilde, es decir, saber que podemos equivocarnos y estar dispuestos a aprender de los errores.


3. La Madurez no es Rigidez

Finalmente, está el mito de que ser maduro significa ser serio todo el tiempo y no mostrar emociones. ¡Qué error tan grande! La verdadera madurez no es una rigidez impasible, sino un equilibrio. Ser maduro significa saber cuándo hay que tomarse las cosas en serio y cuándo se puede reír. La vida está llena de momentos de alegría y de tristeza, y la madurez consiste en reconocer cuándo es tiempo de cada uno.


El libro de Eclesiastés lo dice mejor que nadie: "Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: su tiempo el nacer, y su tiempo el morir... su tiempo el llorar, y su tiempo el reír..." La madurez es esa capacidad para discernir entre los distintos tiempos y saber lo que conviene en cada situación.


El Camino Hacia la Madurez: Cómo Armonizar tu Vida

Es importante dejar claro que la madurez no es algo que viene simplemente con los años. No es una armadura que te hace invulnerable o un superpoder que te da todas las respuestas.  Y lo más importante, la madurez verdadera no es algo que logras para impresionar a los demás, sino un don que Dios te da para que vivas de acuerdo a la verdad, a tu conciencia y a tu propósito.


En este viaje hacia la madurez, no olvides que ser vulnerable, equivocarte y saber reír también forman parte del proceso. Dios te llama a ser plenamente tú, y la madurez es el camino para lograrlo. Recuerda: tu tiempo de madurar llegará cuando entiendas que la verdadera libertad y la responsabilidad van siempre de la mano.

Omar Orozco Sáenz
Pensamiento Católico
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