domingo

El engaño en el camino de la Santidad y la Única Verdad que Permanece



“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8,32).


Retrato de Jesucristo con mirada compasiva, recordándonos que solo Él es el camino, la verdad y la vida. Imagen acompañando una reflexión sobre la fe y la verdad en la Iglesia.


En un mundo donde la fe debería ser una antorcha, hemos visto demasiadas veces cómo se convierte en una venda sobre los ojos. No porque Dios se equivoque—¡Él no puede hacerlo!—sino porque los hombres, al creer que portan Su luz, terminan adorando su propia sombra.


El caso del Sodalicio de Vida Cristiana es un recordatorio trágico de cómo la estructura eclesiástica puede usarse para glorificar hombres en lugar de Dios, y de cómo la obediencia, cuando es desprovista de razón y discernimiento, deja de ser virtud y se convierte en esclavitud. Hemos confundido la lealtad a una institución con la lealtad a la Verdad, olvidando que solo Cristo es el camino, la verdad y la vida.


El Peligro de Santificar lo Humano

Los errores más graves en la historia de la Iglesia no han sido los ataques de sus enemigos, sino las cegueras de sus amigos. 


No son los herejes quienes hacen el mayor daño al Evangelio, sino aquellos que creen que defender la fe significa justificar cualquier acto cometido en su nombre.


Cuando un grupo proclama su propia perfección, cuando coloca a sus líderes en pedestales de incuestionable autoridad, cuando exige sumisión en lugar de libertad ("La obediencia debida"), ya no sigue a Cristo, sino a una versión pálida y distorsionada de Él. Es aquí donde recordamos el principio fundamental de nuestra fe: el pecado original no solo está en el mundo, sino también en la Iglesia.


Dios quiso que Su Iglesia estuviera formada por hombres, pero nunca dijo que los hombres serían impecables. La historia del cristianismo está llena de santos que fueron pecadores antes de convertirse, pero también de hombres que se hicieron pasar por santos mientras encubrían sus pecados. 


Y ahí reside la gran diferencia: el verdadero santo busca la verdad, el falso busca encubrirla.


La Verdad no Necesita Encubrimientos

Cristo nunca tuvo miedo a la verdad, porque Él mismo es la Verdad. Quienes se escandalizan cuando se exponen los pecados dentro de la Iglesia, quienes gritan "¡ataque a la fe!" cuando se denuncian abusos, no han entendido que la Verdad no se destruye con las palabras de los hombres, sino con sus mentiras.


Es mejor que se derrumben cien instituciones si con ello se preserva el Evangelio, porque lo único que no puede ser destruido es Dios mismo. Si algo nos enseña este caso, es que el verdadero católico no es el que defiende a toda costa a los hombres de su Iglesia, sino el que se mantiene fiel a Cristo aunque tenga que enfrentarse a ellos.


Volver a Cristo, no a los Hombres

Es hora de recordar que la Iglesia no existe para glorificar a sus líderes, sino para llevar a las almas a Dios. Si un movimiento religioso no soporta ser examinado, si su verdad depende del silencio de sus víctimas y de la ceguera de sus seguidores, entonces su verdad no es la de Cristo.

Solo hay un Maestro que no se equivoca, solo una Luz que nunca se apaga, solo un Pastor que nunca traiciona a sus ovejas. Volvamos a Él.


Omar Orozco Sáenz

miércoles

Cuando la Fe Confronta las Sombras: El Testimonio del Obispo Kay Schmalhausen

 



"Callar no ayuda a nadie.
Las autoridades en la Iglesia deberíamos ser los primeros en romper el silencio."
 
Obispo Kay Schmalhausen.



Elefante en la habitacion




Es hora de hablar del elefante en la habitación. Conversar de los aspectos más oscuros de la Iglesia no debería ser visto como un ataque, sino como un paso necesario hacia la curación y la verdad.


El testimonio del Obispo Kay Schmalhausen, lejos de ser un intento de destruir, busca exponer lo que se ha mantenido en silencio durante demasiado tiempo, como un rayo de luz que entra en una habitación oscura y revela lo que estaba oculto. Su historia no solo muestra el sufrimiento de quienes fueron víctimas de abusos dentro del Sodalicio de Vida Cristiana, sino que también señala una complicidad y un encubrimiento que han permitido que este mal persista en las sombras.


En sus palabras, el Obispo describe una “jaula invisible” que atrapó su mente desde muy joven, una prisión de control y manipulación. Habla del “año de infierno y horror” que vivió bajo la tutela de figuras como Germán Doig y Luis Fernando Figari, en un entorno donde el abuso no solo era tolerado, sino sistematizado. Esta experiencia, marcada por la violencia emocional y el despojo de la autonomía personal, es un testimonio que nos obliga a preguntarnos: ¿cómo puede una estructura religiosa, que se presenta como refugio de fe, convertirse en un lugar de dolor y abuso?

Obispo Kay Schmalhausen, Pensamiento católico


Lo que el Obispo Kay nos invita a hacer, no es solo tomar partido en un debate sobre la institución, sino mirar con sinceridad hacia el interior de una estructura que, a veces, parece haberse desviado del camino del Evangelio. En sus palabras, hay un llamado urgente a la transparencia, a la compasión por las víctimas y, sobre todo, a una conversión profunda de la Iglesia. La verdadera sanación solo puede empezar cuando reconocemos el mal que existe dentro de nuestra propia casa, y no cuando lo negamos o lo ignoramos.

Este artículo no es una denuncia vacía; es un grito por la justicia, un pedido para que la fe, herida por el silencio y la indiferencia, pueda florecer nuevamente. La Iglesia no puede sanar si no está dispuesta a enfrentar sus propios demonios. No se trata de condenar, sino de transformar, de restaurar lo que ha sido roto.

Si alguna vez te has preguntado cómo la fe puede sobrevivir a la adversidad, cómo la luz puede penetrar las sombras más profundas, este testimonio es una invitación a la reflexión. ¿Cómo podemos, como comunidad de creyentes, hacer que la fe no se convierta en un refugio para el mal, sino en un espacio de verdadera compasión y justicia?

Te invitamos a leer el artículo completo y sumergirte en esta reflexión profunda. Es un paso hacia la comprensión, hacia la verdad, y hacia una Iglesia que pueda realmente ser fiel a sus principios.

Lee por favor, el articulo completo aquí:

https://www.religiondigital.org/opinion/Caso-Sodalicio-obispo-figari-denuncias-silencio-vaticano-parolin-carballo-schmalhausen-omerta-peru_0_2734826498.html

jueves

Escándalos en la Iglesia: ¿Dónde Está Dios y Qué Nos Enseñan Estos Tiempos de Crisis?

 El abuso de poder dentro de la Iglesia, lamentablemente, no es un fenómeno nuevo, pero cada vez que se hace visible, genera desconcierto y dolor en los fieles. Casos como el de los Legionarios de Cristo, Karadima en Chile, o el Sodalicio en Perú, son ejemplos de cómo personas que deberían haber sido guías espirituales terminaron utilizando su influencia para manipular, abusar y destruir la confianza de muchos. Estos escándalos no solo dañan a las víctimas, sino que afectan profundamente la credibilidad de la Iglesia y provocan una crisis de fe en quienes confiaban en sus líderes religiosos.


Cuando nos enfrentamos a estas realidades, surge una pregunta natural: ¿Dónde está Dios en medio de todo esto? ¿Por qué permite que quienes deberían ser ejemplos de amor y servicio caigan en el abuso y el engaño? La tentación de juzgar y buscar respuestas inmediatas es fuerte. Sin embargo, en el misterio de Dios, no siempre encontramos las respuestas que esperamos, y su forma de actuar dista mucho de la justicia humana.

Dios, como nos enseña Jesús, no impone su voluntad con fuerza ni destruye a quienes han caído en el mal. En lugar de usar su poder para acabar con los culpables, su respuesta es siempre desde el amor y la paciencia. Jesús mismo enfrentó la injusticia y la maldad sin recurrir a la violencia, siendo condenado injustamente y cargando una cruz que no merecía. En lugar de destruir a sus opresores, ofreció el perdón. Esto puede parecer desconcertante, pero en esa aparente debilidad se revela la verdadera fuerza de Dios: la capacidad de transformar el mal con el bien.

Casos como los de Marcial Maciel (fundador de los Legionarios de Cristo), Fernando Karadima, o de Luis Fernando Figari en el Sodalicio, nos obligan a reflexionar no solo sobre el abuso de poder, sino también sobre cómo Dios actúa frente a estos crímenes. Si bien la justicia humana, a través de tribunales e investigaciones, busca condenar estos actos, la justicia divina opera de manera diferente. Dios no deja impune el mal, pero tampoco lo aplasta de inmediato. Su plan es uno de redención, no de destrucción.

Estos escándalos nos invitan a un enfoque pedagógico y espiritual: aprender de los errores, identificar el abuso de poder y trabajar para que nunca más se repitan estas situaciones dentro de la Iglesia. No estamos llamados a juzgar a las personas, pero sí a crear conciencia, a exigir transparencia y a formar comunidades más sanas y comprometidas con los valores del Evangelio. Esto implica reconocer que el poder no debe ser un medio para someter, sino para servir, y que la Iglesia debe ser, ante todo, un refugio seguro para todos.

Dios, en su infinita paciencia, nos llama a no perder la esperanza ni la fe, incluso en medio de estas crisis. Nos invita a ser testigos de un amor que no busca imponer su fuerza, sino transformar los corazones. Si bien es doloroso ver cómo algunos líderes religiosos han traicionado su misión, también es una oportunidad para recordar que la Iglesia es más grande que sus fallos humanos. Dios sigue actuando, a veces en silencio, pero siempre ofreciendo la posibilidad de la conversión y la sanación, tanto para las víctimas como para los victimarios.

Este tiempo de reflexión nos ofrece la oportunidad de aprender del pasado, de exigir justicia y reparación para las víctimas, y de trabajar en una Iglesia más humilde y transparente, que refleje el verdadero mensaje de Cristo: un mensaje de servicio, amor y sacrificio por los demás.

Pensamiento Católico

miércoles

El Cristianismo: Nuevo Paradigma del Poder

 La Tentación del Poder y la Redención del Amor: Una Reflexión Filosófica y Teológica

Un hecho claro en la historia de la humanidad es que ha sido influenciada por la búsqueda del poder. Desde el deseo de riquezas hasta la necesidad de ejercer control y recibir reconocimiento, el poder se presenta como una tentación constante. 


Sin embargo, la experiencia ha demostrado que el poder, en lugar de conducir a la verdadera liberación, frecuentemente se transforma en un camino hacia la opresión y el sufrimiento. La paradoja del poder es clara: cuanto más se busca, más se aleja uno de la auténtica libertad y redención. La verdadera liberación se encuentra, no en la fuerza y el dominio, sino en el amor sacrificial y la entrega.


Visión Cristiana del Poder

El Cristianismo: Nuevo paradigma del Poder

La Plenitud de la Revelación en Cristo: El Verdadero Rostro de Dios

Con la encarnación del Hijo de Dios, la revelación alcanza su plenitud. Jesús no niega la justicia divina, sino que la lleva a un nivel superior. En lugar de castigar el pecado desde fuera, asume sobre sí mismo las consecuencias del pecado en la cruz. La victoria de Cristo no se logra mediante la fuerza, sino mediante la entrega total. En la cruz, Dios muestra que el auténtico poder reside en el amor que da la vida por los demás.


El mensaje de Cristo puede parecer paradójico para quienes esperan un Mesías que derrote a sus enemigos con violencia. Sin embargo, Jesús enseña que la auténtica victoria sobre el mal no se obtiene por la destrucción del enemigo, sino por la transformación del corazón humano. Esto es un desarrollo del mensaje de la justicia de Dios: no es una justicia retributiva sino una justicia redentora, que busca restaurar al pecador en lugar de aniquilarlo.


La Paciencia de Dios y la Impaciencia Humana: Una Prueba de Amor

El Nuevo Testamento, especialmente a través de los Evangelios y las epístolas, nos presenta la paciencia de Dios como un atributo esencial. En 2 Pedro 3:9, se afirma lo siguiente:


"El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan." 


Este es un llamado a la comprensión de que el tiempo de la paciencia divina no es un signo de indiferencia o debilidad, sino de amor.


La impaciencia humana, que busca resultados inmediatos y respuestas drásticas al mal, ha llevado históricamente a justificar el uso de la fuerza. Pero la lógica de Dios es diferente. La paciencia de Dios permite el arrepentimiento y da espacio para la conversión. La historia de la salvación no es una sucesión de triunfos instantáneos, sino un proceso donde Dios acompaña pacientemente al hombre hacia la plenitud de la vida en Cristo.


La Mansedumbre como Verdadera Fuerza Transformadora

Para los cristianos, la mansedumbre y la paciencia deben ser entendidas como auténticas virtudes, no como signos de debilidad. El mismo Jesús nos invita a aprender de Él, "que es manso y humilde de corazón" (Mateo 11:29). La mansedumbre no implica la pasividad frente al mal, sino una resistencia activa basada en el amor y en la confianza en la acción de Dios.


La auténtica revolución cristiana no se trata de destruir al enemigo, sino de convertirlo. Es un llamado a la transformación radical del corazón, que solo puede realizarse a través de la fuerza del amor redentor y no mediante la imposición violenta. Es precisamente en la cruz donde la debilidad aparente se convierte en el mayor acto de poder.


Justicia y Misericordia: La Plenitud del Amor Divino

Es un error contraponer la justicia y la misericordia, como si fueran características excluyentes de Dios. Ambos son aspectos de su amor perfecto. Con la venida de Cristo, se revela que la justicia de Dios no se basa en la retribución, sino en la redención. La cruz es el lugar donde la justicia y la misericordia se encuentran en el amor total de Dios.


Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1849), "El pecado es una falta contra la razón, la verdad y la conciencia recta. Es una falta contra el amor verdadero para con Dios y para con el prójimo." 


Por lo tanto, la respuesta de Dios al pecado no es simplemente castigar, sino curar, restaurar y redimir.


La Llamada a la Conversión y la Esperanza

El cristianismo ofrece un nuevo paradigma de poder, centrado no en la imposición, sino en el servicio. La invitación a los seguidores de Cristo es a participar en el amor sacrificial y en la paciencia de Dios. En lugar de buscar una justicia rápida y retributiva, el cristiano está llamado a confiar en el poder transformador del amor.


El verdadero poder no reside en la fuerza, sino en el servicio, la debilidad aparente, y la entrega. La cruz no es un signo de derrota, sino de victoria, pues allí Dios revela su amor por la humanidad. 


En definitiva, el camino hacia la redención no se encuentra en el poder destructivo, sino en el amor que se ofrece por los demás. Este es el misterio de la cruz, donde el poder auténtico se manifiesta en la entrega y donde la victoria sobre el mal se alcanza mediante el amor redentor de Dios.


Omar Orozco Sáenz

Pensamiento Católico

martes

Transforma tu Vida para Transformar tu Mundo: El Poder del Cambio Interior

 


"Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta."

Carl Jung


¿Cuántas veces hemos soñado con cambiar el mundo? A veces creemos que, si logramos eso, todo sería perfecto. Pero ¿y si el verdadero cambio no empieza por fuera, sino dentro de nosotros? Para cambiar el mundo, primero tenemos que entendernos y cambiarnos a nosotros mismos. ¿Qué sentido tiene nuestra vida? Descubrirlo es esencial para comenzar ese proceso.

El Poder del cambio Interior


El filósofo católico Josef Pieper decía que solo reconociendo la verdad dentro de nosotros mismos podemos actuar en el mundo con justicia y claridad. Si vivimos siendo honestos con quienes realmente somos, sin máscaras ni apariencias, nos permitirá realmente hacer algo importante. 


La búsqueda de un propósito

Hoy en día, todo parece una competencia: quién logra más, quién es más popular, quién tiene más cosas. A veces parece que nuestro valor depende de eso, ¿verdad? Sin embargo, mientras corremos tras esos logros, nos olvidamos de algo mucho más importante: el verdadero sentido de nuestras vidas. Romano Guardini decía que el ser humano solo se encuentra a sí mismo cuando está en contacto con algo más grande, con Dios. Es como si, al orientarnos hacia algo que nos trasciende, de repente todo comenzara a tener más sentido.


El reto de ser auténticos

A veces parece que la autenticidad es simplemente hacer lo que queremos, pero ¿es realmente eso? Etienne Gilson sostenía que entendernos a nosotros mismos significa darnos cuenta de que formamos parte de algo más grande. No estamos solos en el mundo ni somos autosuficientes. Es como si fuéramos parte de un rompecabezas gigante: Para saber cuál es nuestro lugar tenemos que apreciar la imagen completa, solo así, podremos entender donde encajamos.


Ser auténtico no es hacer lo que nos apetece en el momento, sino vivir alineados con la verdad que Dios nos revela. Como decía Jacques Maritain, tenemos que aprender a ver más allá de lo superficial, a mirar más profundamente la realidad y entender qué hay detrás de nuestras acciones y deseos. 


La transformación personal: el camino hacia el cambio

Si queremos cambiar el mundo, primero tenemos que cambiar nosotros. A veces buscamos fuera la respuesta, cuando en realidad lo que necesitamos está dentro de nosotros. Como decía Jean Daniélou, nuestra vida debería reflejar esa verdad que Dios nos ha dado, como si nuestra transformación personal fuera una especie de "luz" que los demás pudieran notar y seguir.


La relación con Dios: la clave del cambio

A esta altura, ya debería estar claro que todo este proceso de transformación depende de nuestra relación con Dios. Es esa relación la que le da sentido a todo lo que hacemos. Si nos conectamos con Dios, encontramos la fuerza y la claridad para transformarnos y, a través de ese cambio, influir en el mundo de manera positiva. ¿No es increíble cómo un cambio interno puede generar un impacto en todo lo que nos rodea?


Cuando dejamos que Dios entre en nuestras vidas, el cambio ocurre de manera natural. No tenemos que forzar nada ni exigir que los demás cambien, porque la verdadera transformación fluye cuando vivimos alineados con la verdad. Como decía Yves Congar:

 "La gracia de Dios no solo ilumina nuestra mente, sino que transforma todo nuestro ser."


Esa transformación toca las vidas de quienes están a nuestro alrededor, incluso si no nos damos cuenta al principio.


Cultiva tu propio jardín

Antes de salir al mundo con ganas de cambiarlo todo, primero tenemos que enfocarnos en nuestro propio crecimiento. Es como lo que decía Henri de Lubac: el verdadero cambio comienza con nosotros mismos. Si tratamos de mejorar el mundo sin haber trabajado en nuestro propio interior, corremos el riesgo de perder el rumbo y quedarnos solo en la superficie.


Detente un momento para pensar: ¿Qué parte de tu vida necesita ser transformada? ¿Qué cambios internos te están llamando? A veces buscamos respuestas en el exterior, pero las respuestas más importantes están dentro, en nuestra relación con Dios.


Pídele a Dios la gracia de cambiarte a ti mismo primero, y verás cómo todo a tu alrededor comienza a transformarse también. Como decía Gilson: "El hombre no cambia el mundo por lo que hace, sino por lo que es." Así que cultiva tu propio jardín, crece desde adentro, y verás cómo el cambio que tanto esperas empieza a florecer en tu vida.


Omar Orozco Sáenz
Pensamiento Católico

sábado

El Eco del Profeta: Perseverancia, Convicción y el Camino hacia el Cambio




"No es la victoria lo que hace grande a un hombre, sino el seguir luchando."

Séneca


Hace un tiempo, escuche la historia de un profeta que caminaba por las calles de una ciudad vacía, gritando día tras día un mensaje que, aparentemente, nadie escuchaba.  Día tras día, su voz seguía resonando, pero la gente seguía su camino, ignorándolo. Alguien le preguntó por qué seguía insistiendo si nadie prestaba atención, y el profeta respondió algo así como: "Grito no para que ellos cambien, sino para que no me cambien a mí".

Esa respuesta me ha rondado la cabeza desde entonces. No era solo un grito en vano, sino una lucha por mantenerse fiel a sí mismo, a su misión, a su verdad. Me parece que, en muchos momentos de nuestra vida, nos sentimos como ese profeta. Nos enfrentamos a situaciones donde parece que nuestras acciones no tienen impacto, que nuestras voces no se escuchan, y nos preguntamos si tiene sentido seguir intentándolo. Entonces, ¿cómo hacemos para seguir adelante cuando parece que nada cambia? ¿Cómo perseveramos y, más aún, cómo nos transformamos en el proceso?

El Eco del Profeta: Perseverancia, Convicción y el Camino hacia el Cambio

La Perseverancia: "La recompensa de la paciencia es la paciencia"

Perseverar no significa simplemente repetir lo mismo sin reflexionar, sino mantenernos firmes en nuestras acciones, confiando en que, aunque no veamos frutos inmediatos, lo que hacemos tiene valor. El filósofo Blaise Pascal escribió: “La recompensa de la paciencia es la paciencia”, destacando que la perseverancia no busca una recompensa externa, sino que se refuerza a sí misma. Esto es importante cuando nos encontramos en situaciones donde los resultados no son visibles de inmediato.

Pensemos en aquellas veces en las que hemos trabajado duramente en algo —un proyecto, una relación, o incluso el desarrollo personal— y sentimos que no avanzamos. La perseverancia se trata de reconocer que, aunque el progreso no sea evidente, nuestros esfuerzos están construyendo algo más grande de lo que podemos ver en ese momento. A veces, lo más importante no es ver el cambio inmediato, sino asegurarnos de que estamos avanzando en la dirección correcta.


Piensa en momentos de tu vida donde has querido rendirte porque no veías progreso. Tal vez en tus estudios, en una relación o en un proyecto personal. Santo Tomás de Aquino nos recuerda que la perseverancia está directamente relacionada con la fortaleza. Esta virtud nos permite seguir adelante cuando lo fácil sería detenernos. 

Ahora ustedes podrían decir: “Entiendo su importancia, pero ¿Cómo puedo aplicarlo en mi día a día? Existen varios caminos, pero te sugiero consideres los siguientes ítems que podrán ayudarte en tu día a día.


1. Si estás enfrentando una tarea difícil como aprender una nueva habilidad, prueba la técnica Kaizen. Esta metodología japonesa se basa en la mejora continua a través de pequeños pasos diarios. Dedica unos minutos al día a esa tarea, en lugar de intentar hacer todo de una vez. Este enfoque reduce el agotamiento y te permite perseverar de manera más efectiva.

2. Si estás estudiando para un examen y sientes que no estás avanzando, una técnica efectiva es la metodología Pomodoro. Estudia en intervalos de 25 minutos, seguidos de 5 minutos de descanso. Esto te ayudará a mantener el enfoque sin agotarte. Después de cuatro ciclos, tómate un descanso más largo de 15 a 30 minutos. Al dividir tus esfuerzos en pequeñas dosis, verás que es más fácil continuar.

3. Lleva un registro de progreso diario. Al final de cada día, anota un pequeño logro, por más insignificante que parezca. Con el tiempo, te sorprenderá lo mucho que has avanzado, y esto reforzará tu motivación para seguir.

4. Ora sin cesar, no minimices el poder de la gracia de Dios, encontraras fortaleza y consuelo.



La Paciencia Activa: Esperar No Es Inacción

En la historia del profeta, también encontramos a la paciencia como protagonista. Aunque gritaba cada día, él sabía que los resultados no llegarían de inmediato. La paciencia activa no significa sentarse a esperar que algo pase. Es como el agricultor que cuida su campo mientras espera la cosecha. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance mientras confiamos en que el tiempo traerá los resultados.

En un mundo donde todo parece moverse a gran velocidad, la paciencia es una herramienta que nos permite desacelerar y aceptar que el cambio profundo requiere tiempo. Esto no significa quedarnos inactivos, sino entender que cada cosa tiene su ritmo. Practicar la paciencia activa es aprender a confiar en el proceso, sabiendo que cada pequeño paso nos acerca a la meta.

Sugerencias para ayudarnos a trabajar en esta virtud

1. En vez de frustrarte por no ver resultados inmediatos en algún aspecto de tu vida, centrarte en el presente y dejar de preocuparte por el futuro, solo así podrás apreciar los pequeños progresos. Respirar profundamente durante cinco minutos, te ayudará a enfocarte, puedes sincronizarlas con jaculatorias, acción que te permitirá volver tu rostro a Dios y abandonarte a su providencia.


2. Si estás trabajando en un proyecto que parece no avanzar, divide tareas grandes en microtareas. Por ejemplo, en lugar de intentar aprender 100 palabras nuevas en una semana, concéntrate en aprender cinco palabras al día. Así ejercitaras la paciencia activa: no estás esperando el resultado final sin hacer nada, sino trabajando poco a poco con constancia.


La Convicción: "La verdad os hará libres"

La convicción es lo que nos sostiene cuando todo lo demás parece desmoronarse. En el relato del profeta, su grito no era en vano, aunque nadie lo escuchara. Él estaba convencido de que su mensaje era verdadero, y esa convicción lo mantenía firme, a pesar de la indiferencia. En nuestras vidas, a menudo encontramos que la convicción en lo que creemos es lo único que nos mantiene de pie cuando las circunstancias nos empujan a rendirnos.

El desafío aquí es cultivar nuestras propias convicciones. A veces nos sentimos perdidos porque no tenemos claro qué es lo que verdaderamente valoramos. La convicción no surge de la nada, se nutre de reflexiones, de aprendizajes y de la confianza en una verdad mayor. : El filósofo contemporáneo Alasdair MacIntyre explica que

"es en las narrativas que encontramos las verdades sobre lo que somos y lo que deberíamos ser"

Saber quién eres y qué crees te da el poder de seguir adelante, incluso cuando las circunstancias externas intentan desviarte.


Estas actividades te podrían ayudar a fortalecer tus convicciones

1. Todos en distintos momentos de nuestra vida tenemos que tomar decisiones importantes, una práctica útil es la visualización inversa. Imagina el resultado que obtendrías si actuaras en contra de tus convicciones. ¿Cómo te sentirías? Luego, visualiza cómo te sentirías siguiendo lo que realmente crees, sin importar las consecuencias. Este ejercicio te ayudará a aclarar tus valores y reforzar tus decisiones con una base sólida.


2. Te recomiendo practicar la escritura reflexiva. Dedica unos minutos cada semana a escribir sobre tus creencias y las razones detrás de ellas. Reflexiona sobre cómo esas convicciones guían tus acciones. Esto te ayudará a tener claridad en momentos de duda y a fortalecer tu propósito


El Cambio: "No busques fuera lo que está dentro"

El profeta no gritaba solo para que lo escucharan; en el fondo, gritaba para recordarse a sí mismo su misión. El verdadero cambio comienza dentro de nosotros. Si queremos transformar nuestra vida, debemos primero entender qué necesitamos cambiar y por qué. San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, resaltaba que el cambio profundo se logra a través del discernimiento: la reflexión constante sobre nuestras acciones, nuestras motivaciones y nuestras metas.

Cambiar no es simplemente adoptar nuevos hábitos, es cuestionar nuestras viejas formas de pensar y estar dispuestos a abandonar lo que ya no nos sirve. Pero este cambio no ocurre de la noche a la mañana. Requiere valentía, perseverancia y, sobre todo, una convicción firme de que estamos en el camino correcto.

¿Qué podemos hacer?

Si sientes que algo en tu vida no está alineado con tus valores, una práctica muy útil es la del examen de conciencia. Al final de cada día, dedica unos minutos a reflexionar sobre tus acciones. Pregúntate: ¿Qué hice hoy que me acercó a mis ideales? ¿Qué acciones me alejaron? Esto te ayudará a identificar áreas donde puedes comenzar a hacer pequeños ajustes.


El cambio nunca es fácil, pero al recorrerlo es donde descubrimos quiénes somos y qué podemos llegar a ser. Este espacio no solo es para compartir mis reflexiones, es también para decirme a mi mismo que no debo dejar de luchar por lo que creo, incluso cuando parezca que nadie nos escucha. NO estamos solos Dios siempre nos acompaña.


Omar Orozco Sáenz
Pensamiento Católico

miércoles

La Aventura de la Vida: Superficialidad, Profundidad y la Búsqueda del Sentido



"No puedes volver atrás y cambiar el principio, pero puedes comenzar donde estás y cambiar el final." 
C.S. Lewis


Hoy en día todo parece diseñado para que vivamos una vida superficial: las redes sociales nos muestran fragmentos de vidas perfectas, videos que nos entretienen por segundos, un constante y acelerado cambio de moda o tendencia, insertando en nuestras mentes que lo más importante es lo que se ve. Pero, si somos honestos, ¿eso realmente nos llena? Estar de moda es movernos rápido, sin profundidad, sin llegar a entender lo que realmente importa.

Aunque llenemos nuestra vida de cosas materiales, siempre habrá un vacío si no buscamos lo espiritual, lo que realmente nutre nuestra alma. Es como si intentáramos saciarnos con aire cuando lo que realmente necesitamos es alimento.


No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
(Mt 4:4).

Redes Sociales

La Profundidad de lo Invisible


¿Te has dado cuenta de que las cosas más importantes en la vida no se pueden ver?

San Pablo nos dice en la Segunda Carta a los Corintios: "a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas." (2 Cor 4:18). El amor, la amistad, la esperanza, Dios... Todo eso no se puede medir ni mostrar, pero es mucho más real que cualquier automóvil, ropa o teléfono celular que puedas tener.

A veces, las personas se pierden en lo que el mundo ofrece: la gratificación inmediata, el entretenimiento sin fin, y olvidan que hay algo más allá. El joven rico en el Evangelio (Mt 19:16-22) se fue triste porque no pudo desprenderse de sus bienes para seguir a Jesús. Pensó que lo material lo llenaría, pero no se dio cuenta de que lo verdadero y eterno estaba justo enfrente de él. Nosotros también corremos el riesgo de perder de vista lo importante cuando solo nos enfocamos en lo que brilla por fuera.


Impulsividad y Reflexión: Tomar Decisiones Sabias


Ser superficial también significa ser impulsivo. Muchas veces, en lugar de detenernos a pensar, actuamos por lo que sentimos en el momento, como niños pequeños que no pueden esperar. Pero ser cristiano significa aprender a reflexionar, a pensar antes de actuar, a medir nuestras decisiones. La Biblia nos dice: "El hombre precavido ve el mal y se esconde, los simples pasan y reciben castigo." (Proverbios 22:3).

La impulsividad es la hermana menor de la superficialidad. Ambas nos hacen actuar sin pensar en las consecuencias. ¿Cuántas veces te has arrepentido de algo que hiciste sin reflexionar? En cambio, el verdadero camino cristiano es el de la prudencia, una virtud que se trata de pensar antes de actuar, de discernir.


La Constancia: El Camino de los Santos


Ahora bien, otro enemigo de la profundidad es la inestabilidad. ¿Cuántas veces has comenzado algo con entusiasmo, solo para abandonarlo a mitad de camino? ¡Eso nos pasa a todos! La vida superficial te empuja a comenzar mil proyectos sin terminar ninguno. Pero lo que realmente vale la pena en la vida requiere constancia y esfuerzo. Jesús nos enseña la importancia de ser constantes cuando dice: "Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará." (Mt 24:13). Los grandes santos no se hicieron santos en un día. Santa Teresa de Ávila, conocida por su fortaleza, decía: "La paciencia todo lo alcanza".

Ser constante es como entrenar para una carrera. No puedes esperar ganar si no te esfuerzas todos los días, si no haces sacrificios. Lo mismo pasa con la vida cristiana. No es cuestión de momentos fugaces de emoción, sino de una entrega diaria, incluso cuando no tenemos ganas.


El Carácter Cristiano: Ser más que Sentimientos


El mundo te dirá que sigas tus sentimientos ("No pienses… Siente"), que si algo "se siente bien", entonces está bien. Pero, ¿es eso cierto? No siempre. San Ignacio de Loyola, en sus ejercicios espirituales, nos enseña a no tomar decisiones cuando estamos dominados por sentimientos pasajeros. Un sabio consejo siempre será: no tomes decisiones cuando estés demasiado contento o furioso.

Como cristianos debemos aprender a desarrollar nuestro carácter, y eso quiere decir actuar no solo por lo que sentimos, sino por lo que sabemos que es correcto. Los sentimientos son importantes, pero no pueden ser los que nos guíen. Debemos ser personas firmes, con principios claros, y no como hojas movidas por el viento.


El Sacrificio: La Gran Lección de Amor


El mayor ejemplo de esto es Jesús. ¿Crees que se "sentía bien" al subir a la cruz? Claro que no. Incluso le pidió al Padre que, si era posible, le apartara ese sufrimiento (Lc 22:42). Pero aun así, Jesús aceptó el sacrificio por amor a nosotros. Ese es el verdadero sacrificio: no se trata de sufrir por sufrir, sino de amar hasta el punto de estar dispuesto a darlo todo por el otro. San Juan Pablo II decía: "No hay amor sin sacrificio". Y es verdad, porque el amor verdadero siempre implica renunciar a algo de uno mismo por el bien de los demás.


La Humildad: Conocernos Tal Como Somos


Para vivir con profundidad, necesitamos una virtud clave: la humildad. San Francisco de Asís lo entendió muy bien cuando dijo: "El hombre no es más que lo que es a los ojos de Dios". No somos ni más ni menos de lo que Dios ve en nosotros. El mundo nos dice que debemos ser "los mejores", pero la verdad es que solo seremos grandes si somos pequeños ante Dios, si reconocemos nuestras limitaciones y confiamos en Su amor. Como nos recuerda la Palabra de Dios: "Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado."
(Lc 14:11).


Un Camino de Madurez: Seguir a Cristo


Finalmente, ¿Cómo podemos madurar en nuestra fe y dejar de lado la superficialidad? No hay mejor camino que seguir a Cristo. Él es nuestro modelo perfecto de madurez y profundidad. Nos enseñó a ver más allá de las apariencias, a vivir con amor y sacrificio, a ser constantes y prudentes. Como cristianos, estamos llamados a imitarlo. Como decía San Pablo: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo" (Flp 2:5).

El camino hacia la madurez es largo y no siempre fácil, pero es el único que nos lleva a la verdadera alegría, a esa paz que solo encontramos en Dios. Y lo mejor de todo es que no estamos solos en este viaje: Cristo camina con nosotros. Como decía Chesterton, "el cristiano no es alguien que sigue una ley, sino alguien que sigue una Persona".

Así, esta aventura de la vida, con sus retos y descubrimientos, nos invita a profundizar, a buscar sentido en lo eterno. No estamos llamados a quedarnos en la superficie, sino a bucear en el misterio de Dios, donde encontramos nuestra identidad más profunda y verdadera. La búsqueda del sentido no es una carrera solitaria, es un camino compartido con Aquel que es el sentido mismo. Y al final del viaje, encontraremos que cada paso hacia Él ha valido la pena. ¡Qué gran aventura, la de seguir a Cristo!


Omar Orozco Sáenz
Pensamiento Católico
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