domingo

El engaño en el camino de la Santidad y la Única Verdad que Permanece



“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8,32).


Retrato de Jesucristo con mirada compasiva, recordándonos que solo Él es el camino, la verdad y la vida. Imagen acompañando una reflexión sobre la fe y la verdad en la Iglesia.


En un mundo donde la fe debería ser una antorcha, hemos visto demasiadas veces cómo se convierte en una venda sobre los ojos. No porque Dios se equivoque—¡Él no puede hacerlo!—sino porque los hombres, al creer que portan Su luz, terminan adorando su propia sombra.


El caso del Sodalicio de Vida Cristiana es un recordatorio trágico de cómo la estructura eclesiástica puede usarse para glorificar hombres en lugar de Dios, y de cómo la obediencia, cuando es desprovista de razón y discernimiento, deja de ser virtud y se convierte en esclavitud. Hemos confundido la lealtad a una institución con la lealtad a la Verdad, olvidando que solo Cristo es el camino, la verdad y la vida.


El Peligro de Santificar lo Humano

Los errores más graves en la historia de la Iglesia no han sido los ataques de sus enemigos, sino las cegueras de sus amigos. 


No son los herejes quienes hacen el mayor daño al Evangelio, sino aquellos que creen que defender la fe significa justificar cualquier acto cometido en su nombre.


Cuando un grupo proclama su propia perfección, cuando coloca a sus líderes en pedestales de incuestionable autoridad, cuando exige sumisión en lugar de libertad ("La obediencia debida"), ya no sigue a Cristo, sino a una versión pálida y distorsionada de Él. Es aquí donde recordamos el principio fundamental de nuestra fe: el pecado original no solo está en el mundo, sino también en la Iglesia.


Dios quiso que Su Iglesia estuviera formada por hombres, pero nunca dijo que los hombres serían impecables. La historia del cristianismo está llena de santos que fueron pecadores antes de convertirse, pero también de hombres que se hicieron pasar por santos mientras encubrían sus pecados. 


Y ahí reside la gran diferencia: el verdadero santo busca la verdad, el falso busca encubrirla.


La Verdad no Necesita Encubrimientos

Cristo nunca tuvo miedo a la verdad, porque Él mismo es la Verdad. Quienes se escandalizan cuando se exponen los pecados dentro de la Iglesia, quienes gritan "¡ataque a la fe!" cuando se denuncian abusos, no han entendido que la Verdad no se destruye con las palabras de los hombres, sino con sus mentiras.


Es mejor que se derrumben cien instituciones si con ello se preserva el Evangelio, porque lo único que no puede ser destruido es Dios mismo. Si algo nos enseña este caso, es que el verdadero católico no es el que defiende a toda costa a los hombres de su Iglesia, sino el que se mantiene fiel a Cristo aunque tenga que enfrentarse a ellos.


Volver a Cristo, no a los Hombres

Es hora de recordar que la Iglesia no existe para glorificar a sus líderes, sino para llevar a las almas a Dios. Si un movimiento religioso no soporta ser examinado, si su verdad depende del silencio de sus víctimas y de la ceguera de sus seguidores, entonces su verdad no es la de Cristo.

Solo hay un Maestro que no se equivoca, solo una Luz que nunca se apaga, solo un Pastor que nunca traiciona a sus ovejas. Volvamos a Él.


Omar Orozco Sáenz

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